jueves, 27 de julio de 2023

Fiestas Patrias al alimón

Como todos los años, en nuestro querido Perú, además de la devoción que sentimos por la gastronomía y el turismo, celebramos un aniversario de “independencia” desde hace más de doscientos julios -por no decir abriles-, que cada vez se hace más difícil disfrutar gracias a la poca dignidad de ciertos individuos que han destruido el mínimo concepto de lo que significa Nación.

El Perú tiene un récord histórico de sucesiones presidenciales como si se tratara de un juego de yanquempó para regírsela durante el recreo. Pero seguimos estando igual o peor desde que empezó esta lucha encarnizada por el poder desde que al abuelito bailarín le dieran jubilación adelantada por caprichos de una y unos angurrientos que no soportaron la idea de perder aquella elección, allá en 2016, pues, la inversión que se prodigaron –cientos y cientos de táperes con 20 luquitas adheridas a una bolsa de arroz Costeño o una copita de vino con su bizcotela al lado, pagando la irrisoria suma de 15 mil cocos en una tapadera llamada “cóctel”, o el apoyo incondicional de cierto sector empresarial– era tan prometedora para alcanzar sus ansiados sueños de vivir subsidiados por nuestros impuestos…

La historia se repetiría en 2021, cuando el profesor-rondero-sindicalista alcanzó sus quince minutos de fama sin pena ni gloria y la pataleta de la perdedora no se hizo esperar, argumentando fraude y movilizando a la elite a sacar a ese malandrín comunista del camino. Finalmente, el tiempo le dio la razón a las instituciones electorales y dos meses después, recién pudo certificar su triunfo frente a las urnas. Pero ni bien se puso la banda presidencial, las acusaciones de corrupción bajo el manto del impopular pedido de vacancia, no se hicieron esperar. Más de lo mismo, cuando una recién elegida presidenta del Congreso exhortó a los diferentes sectores del país unir fuerzas para sacar adelante al país y que, bajo su periodo, este congreso sería diferente a los anteriores. Sí, mucho más ambicioso y desestabilizador. La marquesa demostró ser tan ‘nariz respingada’ que ninguneaba a sus colegas tal cual miembro de la realeza, obsesionándose con tomar el control del país bajo el auspicio de la tan mentada vacancia que nunca llegaría a concretarse, al menos, no cuando estuvo al frente del Congreso.

Darle el beneficio de la duda al profesor-rondero-sindicalista era meter las manos al fuego por un subestimado provinciano que soportaba los ataques sistemáticos de una sociedad clasista, racista y políticamente correcta a su conveniencia, avergonzada por lo poca glamorosa imagen que proyectaba y sus cada vez más desatinadas frases en actos oficiales, terminarían por cavar su propia tumba a la vez que se le encontraba responsabilidad de sus, dizque, latrocinios, que si los comparamos con los miles de millones que esa misma casta de justicieros políticos le han robado al país por décadas, no son más que meras sombras de pichón a su lado. O sea, lo hacen ver como si fuera el primer presidente corrupto de la historia, borrando de un plumazo las fechorías comprobadas de Fujimontesinos, del cholo sagrado, de Alandamián, de los Prado, los Piérola o los Leguía –y la lista sigue y sigue–. Pero ante tantas burradas acumuladas por ambos bandos, tuvo que pasar lo del 7 de diciembre de 2022 para despertar de tanto sueño mediático. La estocada final se la dio él mismo al creer que con otro 5 de abril recibiría el aplauso unánime de la población. A decir verdad, fue traicionado o, debemos decir, sacrificado en beneficio de los illuminati bamba que hoy operan en la clandestinidad.

Ahora, su sucesora tenía la oportunidad de devolvernos esa confianza al mostrarse conciliadora al momento de ser investida como la primera mujer presidente –que te duela Sra. K–, pero resultó ser la versión 2.0 de esa podredumbre que las masas reclamaron extirpar y que luego se volcarían a las calles en su contra. Atrincherada en Palacio, no quiere soltar la mamadera, otorgada por sus escuderos de la Plaza Bolívar, los mismos que despotrican contra su gobierno –para las cámaras–, pero que complotan para mantenerse y mantenerla en el cargo, porque ni cagando van a soltar a la gallina de los huevos de oro por un adelanto de elecciones, que a estas alturas está más verde que palta recién cosechada.

Ser peruano es muy contradictorio. Lo somos cuando Guerrero mete un gol para clasificar al mundial de Groenlandia, cuando impulsamos una marca, cuando nuestra comida o un restaurante son nombrados lo mejor del mundo, cuando Machu Picchu es la octava maravilla, cuando los Transformers aterrizan en Cusco, cuando Claudia Llosa es nominada al Oscar; pero somos incapaces de unirnos por un bien mayor como lo es fortalecer nuestras instituciones y erradicar todos los vicios que nos convierten en país tercermundista: hambre, ignorancia, corrupción, delincuencia y clase política. Las marchas, al fin y al cabo, no llevan a nada, solo algunos muertos. Merino el Breve tuvo que abdicar por dos; Dina la Inmutable,  ni cosquillas le resulta los sesenta que se fueron de este mundo. Así estamos y seguiremos estándolo por otros doscientos años más.

Quizá estamos esperando el arribo de un radical como Antauro Humala que asuma el control a sangre y fuego, quitándonos las libertades de las que tanto gozamos, como Internet, Netflix o Instagram. Cosa que tampoco es garantía de una revolución reformadora. Habla de lucha social, de enfrentar el statu quo, cuando en realidad es un burgués más, que vive de las comodidades que le ha dado su familia. Esa es la idiosincrasia de quienes se dicen comunistas o defensores de las clases proletarias: vendedores de chicle de a pie, siendo ellos los dueños de la fábrica. Lo único que faltaría es que vivamos hacinados como en Doctor Zhivago y tengamos que alimentarnos con sopa de col y papas como régimen alimenticio para estar en igual de condiciones. Es un eufemismo, claro, porque todos sabemos que la revolución de 1917 fue una mentira que subsiste entre sus defensores que niegan de su fracaso.

Nos huevean con más feriados, como si nos sobrara la plata, la mano de obra y pudiéramos darnos el lujo de descansar cuando lo que se necesita es reactivar la economía, no solo la turística, que le convendría estas disposiciones, sino al común de la gente que vive el día a día, que exige mejores condiciones laborales y salariales para asegurarse a sí mismo y a su familia, con dignidad. Pero es así como opera el seudo comunismo, dando migajas para que el pueblo se contente y se olvide de los problemas inmediatos, bombardeándolo con información sesgada, con Barbies y otras geniales ocurrencias que a nadie parece incomodar.

Fiestas Patrias es una sombra de años anteriores, cuando con orgullo portábamos una escarapela pegada al pecho, ver ondear nuestra bandera sobre nuestros techos y glorificar a nuestros héroes; ahora solo esperamos escapar de la realidad en algún lugar del país, con lo poco que tengamos en el bolsillo.

El mayor problema de ser peruano es la gente que nos gobierna –o dice gobernar–. Nos enseñan que lo único importante en esta vida es postular a un cargo público y aliarse con su misma calaña para cuidarse las espaldas. Rico, ¿no? Para qué entonces tener un título académico si puedo ganar dinero sin trabajar.

Así de grande en mi Perú, carajo.

27 de julio de 2023