domingo, 31 de agosto de 2014

Colofón de invierno

Luego de algunos meses de ausencia vuelvo a sentarme frente a la computadora. No es que haya tenido una de esas crisis del bloqueo de escritor o el complejo de Kafka, sino que hubo una serie de eventos desconcertantes y otros altamente productivos que hicieron despreocuparme de esta página. Siguiendo mi instinto de lobo estepario he procurado nutrirme de gente maravillosa y lecturas motivadoras que me permitieron olvidar y avanzar en la vida. Existió el temor de quedarme solo y ver las cosas de otro color, pero es un refrito que vengo cargando año tras año que sinceramente es una pérdida de tiempo contemplar suposiciones y melancolías. Creo que ya he sopesado infinidad de traumas, rencores y humillaciones para sentirme un cero a la izquierda o un paria que solo busca comer de plato ajeno. Eso se acabó, afortunadamente. Ya tengo mi propio plato.

Marcha marcial

No me interesa hacer un recuento de los episodios vividos en el país ni mucho menos aburrirlos con lo que pasa en la televisión. Ya estoy harto de los Gutys, Milenas, Shirleys y toda esa sarta de cojudones que viven del chisme y la ley del menor esfuerzo. Por suerte existe el cable y disfruto más de Ray Donovan o Master of Sex, que he vuelto a tener fe en Dios por crear HBO. He vuelto a leer a Hemingway, cosa curiosa viniendo de un escritor que toma muy en serio lo que dijo Nietzsche de no leer nada que pueda influir en tu creatividad. Pero valgan verdades, no es un secreto mi admiración por Hemingway; he tratado de imitarlo infinidad de veces sin conseguirlo, y no es que me sienta limitado ni tenga la suficiente cordura de crear mi propio estilo, sino que es mi intención mantenerlo en vigencia porque necesitamos de él ante tanto vacío y decadencia que vive la literatura -con clarísimas y pequeñas excepciones-. Muchos creen que publicar un libro es el epítome del éxito. Yo jamás publicaré un libro que valga la pena, mucho menos una novela que sea verdaderamente valiosa para ser reseñada en el dominical de El Comercio. Creo que la sociedad no está preparada para soportarme. No me siento frustrado ni menoscabado como escritor; al contrario, este blog es una respuesta a toda esa indiferencia y tropiezo.

He comprendido que mi verdadera vocación es la de ser un simple observador de la naturaleza humana, que trato de recrear en pequeños folletines cargados de acidez y sentido del humor. Ni siquiera puedo clasificar mis escritos como cuentos, porque no sé realmente qué es lo que escribo. Quizá podría llamarlos simples crónicas o anecdotarios comunes y subjetivos, como alguien dijo por ahí. Algún día tendré la respuesta.

Mi querida ausente

Extraño a mis hijas. Se fueron con su madre a Miami. Allá vive la nueva pareja de mi ex, un tipo agradable pero de poco sentido del humor. Es una de las cosas que ella extraña de mí, sobre todo cuando busco el abrelatas y empiezo a desentrañar los misterios de la vida y del inventor de tan dichoso artilugio. Ella es práctica, no cabe duda. Compra siempre envases con pestañas de retiro fácil. Me gustan las cosas que tengan un poco de dificultad para demostrarme a mí mismo que el esfuerzo vale la pena. Lástima que ella piense lo contrario y termine por comerse los duraznos ella sola mientras yo sigo filosofando sobre el porqué de las cosas.

Sé que mis hijas tendrán una vida cómoda. Mi ex dice que ya aprendieron el inglés y lo hablan muy bien y sin muletillas. Gracias ICPNA. Prometieron invitarme a la boda. Ojalá que así sea, necesito un buen bronceado. Ahora entiendo lo difícil que ha sido vivir separado mucho tiempo de ellas. No tenía trabajo y estaba como loco tratando de conseguir algo acorde a mis exigencias. A Dios gracias que pueden tener las comodidades que no pude darles en su momento. Mientras tanto, otras personas demostraron realmente lo que son y se apartaron rápidamente ante mi falta de dinero y la depresión que me embargaba. Uno conoce a los verdaderos amigos en estas circunstancias. Felizmente, aún tengo unos pocos que supieron apoyarme en mi desgracia. Gracias Facebook.

Uno siempre encuentra la oportunidad de hacer química con otra persona en el momento menos pensado. Fue una tarde en que me disponía a ser entrevistado para un trabajo. Como otras personas, ella también esperaba ser atendida. Ambos estábamos nerviosos y poco a poco empezaron las primeras impresiones de las cosas que podrían preguntarnos. Hacía muchos años que no me entrevistaban, y había perdido el toque que tanto me caracterizaba en estos casos. Su interés por mí fue meramente de observación, pero a medida que íbamos profundizando en el tema, salió a relucir mi tristeza por las niñas. Creí que eso la espantaría, con la frase "oh, tienes hijos"; pero no, al contrario, fue muy comprensiva y alentadora. Después de eso, la cosa cambió de rumbo y ya estábamos fuera comiendo un helado y pensando qué hacer el fin de semana.

Creo que fue una relación de lo más predecible. Ella dijo "te amo" luego de nuestra primera cita sexual, que tuve miedo de que todo eso no fuera más que una frase suelta que dicen en un momento como este. Alguna vez prometí jamás decirlo, pero ella fue la encarnación de esos destellos que me acosaron desde que tuve acné, que simplemente no tomé en serio y solo le di un beso en la frente para luego meterme a la ducha y limpiarme de toda esa sensación de desilusión e indigestión emocional. Sí, pues, dicho y hecho, a los pocos días me di con la sorpresa de que viajaba por cuestiones de estudio o trabajo -no fue muy clara al respecto-. Lo irónico fue que me lo dijo por teléfono y a pocos minutos de abordar el avión rumbo a Chile. "Espero que me compres un Huáscar para armar", dije, con ese tufillo que quiere aligerar la tensión. Solo rió y dijo que ya debía marcharse.

No tuve noticias de ella hasta hace poco. Creo que viene a fin de año. No me dijo si sola o acompañada, pero que traía una sorpresa para compartir. Espero que sea el modelo a escala de El Huáscar que le pedí. Todo puede pasar.

Shit to shit

Existen dos tipos de mujeres: la incondicional y la aventurera. La primera es aquella que está a tu lado en las buenas y en las malas, que se preocupa de tus penas y te acompaña a salir del atolladero así le cueste sufrir de dolores musculares. La segunda, es la que te deja apenas ve que hay problemas y siente la necesidad de volver con su ex. Por cierto, es la que te dice por teléfono que siempre estará ahí para escucharte, que no dudes en llamarla o escribirle y mantener la comunicación intacta. Y cuando lo haces, te envía un mensaje de texto simplón: "Por favor, ya no me sigas mandando mensajes". Y como remate de un mal chiste (con tarola y platillos), te llama el ex a hijoputearte y decirte encarecidamente que no vuelva a decirle bebé a su mujer. Quizá yo sea un hijo de puta -a mucha honra-, pero jamás seré un cachudo como él. Y doble.

Pero vamos, esa clase de mujercitas solo sirven para una cosa. No es necesario que lo diga. Luego se llenan la boca con aires de superioridad solo porque tienen cartones, diplomas, estudios, buen sueldo y trabajo fijo, cuando no son más que auténticas cagadas al creerse "la pendeja del barrio", esas que dicen hacer bien las cosas para que el otro no la descubra. La pregunta de cajón es: ¿A quién creía engañar? ¿A uno o al otro? Ella sola se engaña, así de simple, porque siempre será la "amante", "la otra", "la trampa", "la trinchera norte", "la quita marido", y no "la mujer de". Suena feo, ¿no? Pero así es su naturaleza. Y, bueno, conociendo sus antecedentes, se merece lo que tiene. Y que no se ande quejando, porque no le queda el papel de víctima.

Colofón

Por mi parte, estoy muy bien, tengo trabajo, amigos de verdad, una mujer que me quiere, mis hijas que me llaman todos los domingos, un hámster y mi colección de muñecos Star Wars. ¿Puedo pedir más? Quizá un Smartphone o una lap top. Pero, no nada mejor que se compare con la risa de esas dos niñas a través de la línea telefónica, que me ayuda a creer que aún existe decencia en este mundo. Aún sigo esperando. ¡Y vaya que tengo paciencia!