viernes, 14 de octubre de 2016

Lo siento, me acosté con tu mujer

Se sentía vulnerable. Hacía una semana que había peleado contigo y fue a buscar una voz amiga que la escuchara y comprendiera su situación. Como pasé por lo mismo creyó que tenía la autoridad para aconsejarle sobre estos casos. Sin embargo, su frágil semblante no era consecuencia del desgaste en su relación, sino de los fantasmas que la oprimían y no la dejaban ser ella misma. Comprendí en aquel momento que nunca fue feliz a tu lado y trataba de complacerte solo por el hecho de ser tu mujer y cumplir un protocolo social que le inculcaron desde su niñez. Las madres, como siempre, tratan de gobernar la vida de sus hijos con las comodidades que pueden encontrar en un hombre de buena posición. La que se casó contigo no fue Karla, sino tu suegra; fue ella quien la obligó a despojarse de su libertad para seguir siendo la niña de sus ojos. Una vil hipocresía.

Karla estaba convencida que lo de ustedes no tenía remedio. Luego de cinco años, creyó que ya era el momento de decir basta y buscar la mejor manera de concluir esta historia. Me sorprendió mucho que lo tuviera guardado durante tanto tiempo sin que se le notase la herida o el rencor hacia ti y los demás. También estoy incluido. Me culpa por haberlos presentado. Creí que se entenderían, pero no pensé que las exigencias de su madre hayan influido en la decisión final. Sé que para ti es la mujer de tu vida, que la consideras parte de tu empresa y tienes muchos planes futuros con ella, pero creo que si la escucharas y comprendieras su punto de vista, tal vez las cosas terminasen bien sin necesidad de llegar a los extremos.

Esa noche estaba insufrible. No dejaba de llorar ni hablar de lo maravillosa que hubiera sido su vida si su madre la hubiera dejado ser ella misma. "Ser ella misma". ¿Qué significaba eso? Su sueño era viajar a Francia y dedicarse a la música. Si en realidad ese era su sueño, pues yo quiero dedicarme a la comedia stand up. Ya no estamos en los 90, pero la chica se había estancado demasiado que le daba la espalda a la realidad.

Mientras lloraba sobre mi hombro y trataba de consolarla, no pude evitar sentirme tentado por acariciar esos hermosos glúteos que sobresalían bajo esa falda de cuero rojo. Y era extraño que haya venido a verme tan bien producida, que una leve sospecha se apoderó de mí. Sí, el venir a que la escuchara era un buen pretexto para desahogar tantas frustraciones. Sin más preámbulos, nos besamos y dijo que nunca había besado a nadie más después de ti. Yo era el segundo con quien lo hacía. Y realmente que estaba desesperada.

Te pido disculpas por lo sucedido. Te diría lo mismo que se dice en estos casos: "fue sin querer". Pero no fue sin querer. Los tres lo quisimos. Ella y yo nos dejamos llevar por el momento, y tú por no haberla comprendido. Espero que tú sí sepas comprender. Y con esto no quiero decir que ella prefiere estar conmigo, no, nada de eso; ella quiere su libertad y desea experimentar muchas cosas que no ha podido hacer en estos últimos años. Es tan joven e ingenua y hay que darle el beneficio de la duda.

Solo deseo que ambos arreglen sus diferencias y encuentren el camino de la comprensión y la amistad. Después de todo, somos amigos y creo que las cosas deben ser abiertamente sinceras por el bien de todos.

Sin nada más por el momento, me despido.

Carlos