jueves, 14 de junio de 2018

Demasiados errores para un solo caso

Fuente: Google
La primera vez que oí decir a alguien "Es mi error" casi me puse a llorar. Es una frase que casi nadie dice, a pesar que los hechos están en su contra. No siempre estamos seguros si vale la pena callar o seguir de largo cuando las cosas no parecen ir por buen puerto. Esto es lo que le ocurrió a un profesor de leyes, cuando se le preguntó qué haría, más allá de la justicia, si a su madre, hermana o esposa fuera brutalmente golpeada o violada por un sociópata. Desde el punto de vista legal, dijo, debía ser procesado, evadiendo la pregunta. Cuatro semanas después, su mujer fue atacada por un energúmeno que le fue negado un sencillo para su almuerzo. En clase, nadie quiso hablar del caso. El hombre estaba devastado.

Un mes después, la hermana de dicho profesor fue encontrada en un hotel, desfigurada con lejía. ¿Coincidencia? Ni qué decir de la madre. También fue atacada. Le cercenaron la oreja. ¿Qué estaba pasando?

Al igual que estas mujeres, miles -por no decir millones- son atacadas sistemáticamente, como si sus vidas no valieran nada. El caso anteriormente mencionado, fue a raíz de que la persona que le había hecho la pregunta al profesor, también había sufrido en carne propia las atrocidades que estamos condenando. Sí. El joven vio cómo su familia se despedazaba por la cobardía de unos cuantos que, teniendo derechos sobre los demás, castigaba sin misericordia a los más indefensos. Amor. Respeto. Cariño. Eran palabras para el diccionario, no para estos salvajes.

El joven quiso demostrar qué sentiría una persona ser sometida a ese calvario. ¿Qué debía hacer? ¿Recurrir a la justicia o tomar la justicia con sus propias manos? Difícil decisión. El profesor de leyes entendió que el sistema estaba mal, de cabeza, sin liderazgo para asumir la conducción de penas más feroces contra la delincuencia y el feminicidio. ¿Era posible que un sentenciado se redimiera? ¿Volvería a cometer el mismo delito si le dieran libertad? ¿La pena de muerte es la clave? No.

El profesor hizo lo que debió responderle al joven. "Ojo por ojo". Una cadena de eventos desencadenó una tragedia. Su error fue no darse cuenta de la gravedad de los daños. Ahora él pagaba las consecuencias de su negación.

Desde mi punto de vista, lo único que se puede hacer es matar a esta gente. Lo admito. Estoy a favor de la pena de muerte, pero no hecha por la justicia luego de un juicio. La pena de muerte que uno mismo debe hacer, por conciencia, por pudor, por desintoxicación. La persona que se sienta capaz de portar un arma y con ella buscar al victimario y darle un tiro en la cabeza, para mí sería un héroe. Creo firmemente que necesitamos un Paul Kersey o un Frank Castle que limpie la ciudad. No estoy delirando. Digo lo que pienso. Ya estoy harto de ver y leer información sobre mujeres maltratadas por sus cónyuges o por circunstancias fortuitas del azar. ¿Dónde están los derechos humanos? Al criminal se le defiende, dejando de lado el derecho de la víctima. Se habla de dar mayores penas y cambiar algunas leyes del código penal. Pero eso es solo para la foto, para salir bien librado de la mediocridad en que nuestro Estado ha caído. Tienen tiempo para comprar televisores o aprobar leyes estúpidas, y en las cosas que deberían hacer no se oye padre. El gobierno, especialmente el Congreso, son instituciones prostituidas por sendos burócratas que defienden sus propios intereses y no del país. ¿Esta es la clase de gente que nos gobierna? ¿Esta es la clase de gente que nos pide cumplir las leyes? Aquí no se cumple nada de eso. Entonces, es mejor salir a la calle y matar al primer forajido que se nos cruce en el camino. La gente está harta y tiene miedo de salir a la calle. En todas partes hay crímenes y a nadie le interesa. Como dicen, esperan tener pruebas para actuar. Así nunca vamos a llegar a nada. ¿Qué ganamos saliendo a la calle a marchar o exigir nuestros derechos si esa gente se caga sobre nosotros? Si me van a meter en la cárcel, pues que sea con justa razón, por haber matado a un violador, a un pedófilo o a un maricón que le pega a una mujer. Así vale la pena comerme treinta años. ¡Qué bonito! ¡Viva el Perú!

Abramos los ojos. La sociedad puede cambiar. Si no hubiera tanta desigualdad y poca educación, estas cosas no tendrían que suceder en un país civilizado. Pero ocurre, y avanza a pasos agigantados. No tendríamos que llegar a estos extremos de condenar a una persona que actuó en defensa propia y premiar a quien verdaderamente se lo merecía. Las leyes pueden cambiarse según el grado de exigencia y necesidad. Primero cumplan con sus funciones encomendadas. Los televisores, computadoras y adornos florales pueden esperar. No sé cómo pueden dormir tranquilos. Ellos ganan como 60 mil soles y un profesor apenas 1200 y tiene que esperar veinte años para ascender y llegar a lo mucho a 8 mil. ¿Es justo? En fin. Sin educación y preceptos sólidos, seguiremos siendo los matones del barrio, los bacancitos intocables o los elegidos de la democracia y quién sabe cuánta burrada se inventarán para llegar al poder.

Al ver cómo está mi país, puedo decir que es mi error no hacer nada para cambiarlo.