miércoles, 3 de febrero de 2010

La cereza y el higo

Siempre me ha interesado la comedia y el drama; o -en su defecto- la tragedia, en una especie de simbiosis que represente el sentir de las emociones de cada individuo en su hábitat natural. La comedia forma parte de nuestras vidas, en cualquier momento del día o de la noche somos partícipes de un tinglado de absurdos y desopilantes estados de algarabía que nos conducen al desenfreno y la catarsis. El drama y la tragedia, por el contrario, es lo que podríamos llamar "el dolor del alma". Los griegos eran especialistas en eso. Sus representaciones teatrales no eran más que situaciones enmascaradas de un suceso cotidiano que a la larga se convirtieron en cánones tanto en la dramaturgia como en la Psicología y la Psiquiatría. El complejo de Edipo es el más famoso de todos los casos.

Y, bueno, la vida no es solo risas y carcajadas a mandíbula batiente, tiene su lado oscuro y perverso; el sufrimiento que a diario somos testigos dentro o fuera de nuestras casas, es un constante llamado de atención de que estamos atravesando momentos difíciles y, no cabe duda, perturbadores. Hace poco Haití se convirtió en el centro de atención por las terribles consecuencias de un sismo que sacudió sus cimientos. Más terrible fue descubrir que los muertos eran contados por millares. Casi una tercera parte de su población había sido castigada por este fenómeno del que, en su oportunidad, tampoco pudimos escapar. Hay fotos que muestran a seres humanos regados en las calles, carcomidos por perros hambrientos sin que se pueda hacer nada al respecto. Las autoridades no saben qué hacer con tantos cadáveres que se descomponen a la intemperie; ni siquiera las fosas comunes han solucionado la congestión que se percibe. Si queremos ver el lado cómico del asunto, hay que indignarse por el papelón de un grupo de médicos que realizaron una fiesta en medio de la miseria que se respira por allá. El Sabogal es un chancay de a 20 comparado con eso.

Ni qué decir de las inundaciones que azotaron Cusco en los últimos días. Y nuestras autoridades que como siempre no saben qué hacer ante eventos de esta naturaleza. Cuando se trata de figurar por otras causas ajenas al sentir nacional, son los primeros; sin embargo, hoy en día se reclama con justa razón a que terminen de una buena vez con las falsas esperanzas y los brotes de indiferencia hacia sus semejantes.

Alguna vez leí que la comedia era tragedia + tiempo. Una ecuación singular viniendo de donde venga. El ejemplo está a la vista. Hoy en día no se puede andar soltando chistes sobre Haití. No. Cuando pasen los años quizá a alguien se le ocurra uno. Y creo que es eso. La comedia nos oxigena de las tensiones, de esos dramas cotidianos que vemos en la televisión, en la calle, en las combis, en el trabajo. Oh, sí, especialmente en el trabajo. Pero esa es otra historia.

Tengo un amigo, pobrecito, ya Dios lo señaló. Por lo que me cuenta su vida es una tragedia griega de esas que te pones de pie para aplaudir. El tipo tiene una nube gris sobre el hombro que lo acompaña a donde sea. Utilizando sus propias palabras, ha enviado cerca de cinco mil currículums en busca de un trabajo decente, pero hasta el momento no lo ha llamado nadie. ¿Por qué? Quizá no está en el momento justo ni a la hora señalada, más sus apocalípticos lamentos que lo condenan a una vida miserable y desubicada... lo dejan como un títere sin cuerdas, postrado en un oscuro baúl, esperando a que lo llamen. Su frase más célebre es "con la suerte que tengo, no me va a llamar nadie", luego de dejar su CV en cualquier oficina.

Cuando le propuse una oferta de empleo pareció interesarle; pero cuando le expliqué que trabajaría también los sábados, puso el grito en el cielo. "Imposible. Los sábados no trabajo". Su pretexto fue que está buscando financiación para una película y si le resultaba, filmaría los fines de semana en una localidad apartada de Lima, porque la historia lo requiere, y era contraproducente que labore los sábados porque sus condiciones estaban bien definidas. En fin. Comprendí por qué nadie le daba trabajo. No me extrañaría que en su CV habría un párrafo que mencionara ese requerimiento: "Trabajar de lunes a jueves, de 9 a.m. a 3 p.m., y con un salario superior a los cinco mil soles. Para remate, se siente un águila en su campo, los audiovisuales. ¿Perdón? Si él es un águila yo soy el papá de Supermán.

La leche que derramó el vaso fue su testarudez. Me comentó que le habían ofrecido producir un video institucional y que le pagarían 500 soles porque el presupuesto que tenían estaba muy ajustado. Lo primero que hizo fue rechazarlo de golpe. Sus pretensiones salariales se lo impedían. Ni siquiera tenía cámara para grabarlo. Consultó a un amigo suyo, un colega, y le dijo que el costo ascendería a 1000 soles, porque tenían que alquilar la cámara, el equipo y todo lo que se necesita para producir un video de 10 minutos.

-No pretendas hacer "Ben-Hur" cuando puedes hacer algo más pequeño pero con ingenio -le dije-. Tienes que ser creativo.
-Mi estimado -dijo-, se ve que no sabes nada de trabajo audiovisual. La creatividad es nuestra biblia.
-¿Por qué no te limitas a lo que tienes -insistí.
-¿Qué me sugieres?
-¿Por qué no lo haces con fotos, con fondo musical, como si fuera un power point?
-Ellos no quieren eso. Quieren ver las actividades que realizan.
-No necesitas mucho equipo para eso. Con cámara en mano se puede hacer.
-No quieren un video casero -resopló.
-Usa la imaginación, pues.
-Imaginación me sobra.
-No parece. Quieres utilizar una infraestructura colosal para mostrar un par de oficinas y cuatro gatos que se dedican a mover pupitres y archivadores. ¿Qué necesitas... una grúa, un trávelling, reflectores y lentes Panavision? Ustedes, los llamados "audiovisuales" trabajan como si se tratara de una tesis y dan vueltas y vueltas con el contenido, hacen demasiado estudio de mercado. Crea. Usa la ficción.
-Ellos no quieren ficción. Es un video institucional.
-No lo tomes tan literal.
-Oye, quieres enseñarle volar a un águila.
-¿Quién es? Porque no lo conozco.

Pausa.

-No sé si tomar eso como un insulto -dijo al fin.
-Por tus lamentos y frustraciones que he escuchado en todo este tiempo que nos conocemos, es difícil ver un águila en ti.
-¿Sabes qué, brother? Ya me cansaste. Vete a la mierda y no me jodas más.

Y así terminó mi amistad con este individuo. No sé si se habrá suicidado aquella noche por todo lo que le dije, pero, de alguna manera traté de que comprendiera que las cosas deben ser tomadas con calma, saber equilibrar la pasión con la lógica. Sí, pues, quizá fui un poco duro con él, pero también es posible que nadie le haya dicho algo semejante porque tienen miedo de herir sus sentimientos. ¿Herir sus sentimientos? Me vale madres, el tipo es un paranoico esquizofrénico que tiene delirios de grandeza; sueña hacer una versión de "Rescatando al soldado Ryan" con toda la parafernalia bélica que en nuestro medio sería imposible, a no ser que te acuestes con uno de los Hnos. Weinstein o ser amigo íntimo de Spielberg. La idea no es mala, en papel funciona; pero llevarlo a la pantalla, se necesita hipotecar más que tu culo en estos casos.

¿Que si me arrepiento de lo que dije? No. Dije lo que tenía que decir. Que se acostumbre a recibir críticas, porque como realizador se va a morir de hambre. Recuerdo que le propuse hacer una película comercial para recaudar fondos para su proyecto. Dijo que no, de golpe; eso no va con él. Y todavía se queja de por qué no le dan trabajo. Eso sí es cómico y trágico al mismo tiempo.