lunes, 27 de febrero de 2012

Y el Oscar es para...

La 84 Edición de los Premios de la Academia no trajo muchas sorpresas. Los premios de mayor peso fueron los mismos que semanas atrás habían alcanzado notoriedad en premiaciones previas, salvo la elección de Meryl Streep como Mejor Actriz Principal, ya que a todas luces Viola Davis era la candidata favorita para llevarse el tan codiciado Oscar. Con 17 nominaciones y dos Oscar en su haber -Actriz de Reparto en Kramer vs. Kramer (1979) y Actriz Principal en La decisión de Sofía (1982)- fue ovacionada por toda la audiencia reunida como tributo a su indesmayable trabajo frente a las cámaras luego de casi treinta años de buenas interpretaciones. Por otro lado, la película de Scorsese daba señales de ser la ganadora en la noche del 26 de febrero, pues estaba arrasando con las demás categorías desde el inicio; pero, como era de esperarse, la Academia optó por el sentimentalismo y la nostalgia. El artista consiguió lo que todos ya esperaban y Michel Hazanavicius y Jean Dujardin, director y actor, respectivamente, se consagraron por dicho filme. Woody Allen volvió a brillar con Medianoche en París como el Mejor Guión Original y Christopher Plummer se convirtió en el actor más longevo en recibir un Oscar. War Horse y Moneyball fueron dos de las películas que no recibieron premio en ninguna de las categorías a las que postulaban.

La triunfadora de la noche del Oscar, le valió 
cinco estatuillas en el rubro de Mejor Película, 
Director, Actor, Partitura Original y Vestuario.  


Pese a contar con la presencia de Billy Crystal como maestro de ceremonias, los Premios de la Academia no fue un espectáculo para nada placentero, se sentía cierto recelo y fastidio por llevar adelante un programa que, viéndolo desde adentro, la incomodidad era la principal virtud de su organización. Kodak había pedido que su nombre fuera quitado del teatro que, desde 2002, ha sido el distintivo de la gala. La crisis que atraviesa la empresa ha sido el detonante para llevar el caso a los tribunales y pedir cancelar el contrato de patrocinio. Para aguar más la fiesta, a partir de este año todas las producciones cinematográficas serán realizadas en soporte digital, despidiéndose de las cintas de celuloide, por lo que esta ceremonia no estuvo exenta de referencias al cine como espectáculo, magia e industria. Otro hecho fortuito fue que en noviembre del año pasado el director Brett Ratner (Dragón Rojo, X Men 3) renunció a la producción del show por algunos comentarios de tinte homofóbico, que levantaron polvadera en la Academia. "Los ensayos son para maricas", dijo en una conferencia de prensa, por lo que fue inaceptable para la organización. En vista de estos acontecimientos, Eddie Murphy renunció también a su papel como maestro de ceremonias. Ellos habían trabajado en la cinta Tower Heist y su unión profesional había dado buenos resultados.


Uno de los números que quiso rescatar del aburrimiento a la
ceremonia. Con  una calidad excepcional, el Cirque Du Soleil
demostró su talento en escena.


El momento más destacado de la ceremonia fue la presencia del Cirque Du Soleil, el que ofreció un pequeño homenaje al cine como ellos saben hacerlo, con emocionantes acrobacias y un dominio de escena ya vistos en sus producciones a nivel mundial. Sin embargo, las bromas de Crystal fueron repetitivas, ya apreciadas en otras ediciones,  como aquella de "sé lo que están pensando", donde en una pantalla muestra a varios actores e improvisa chistes sobre sus posibles pensamientos. Creo que Nick Nolte no se sintió a gusto con la broma. Y para remate, la apertura no alcanzó mis expectativas. No digo que me haya disgustado, simplemente faltó algo más, interactuar con las demás películas como lo había hecho en otras ocasiones. Bueno, eran nueve y no habría tenido tiempo de hacerlas por los cambios a último minuto que supusieron su regreso a la conducción. Lo mismo con el popurrí de  canciones que parodian a las candidatas a Mejor Película. Emma Stone hizo el ridículo, al igual que Robert Downey Jr. y Gweneth Paltrow. Es un Oscar para el olvido, como espectáculo, quizá como una advertencia a lo que vendrá más adelante, a lo que supondrá el destino que tome el cine en manos ahora de la tecnología digital. Ya no escucharemos más el sonido característico del proyector al encenderse y sentir correr el carrete mientras las luces de la sala se apaguen, para ver en pantalla imágenes imborrables de un filme gastado por el uso. Quizá sea una ventaja, ya no habrán más saltos de imagen. Pero el cine se ha presentado así desde que se inventó este entretenimiento de masas. Sin duda, este Oscar fue de nostalgia, fue un adiós definitivo a la tradicional forma de hacer cine.

Larga vida al cine.

Lista de ganadores

La gran Meryl Streep
Mejor Película: The Artist, de Michel Hazanavicius.
Mejor Director: Michel Hazanavicius.
Mejor Actor: Jean Dujardin, The Artist.
Mejor Actriz: Meryl Streep, The Iron Lady, de Phyllida Lloyd.
Mejor Actor de Reparto: Christopher Plummer, Beginners, de Mike Miles.
Mejor Actriz de Reparto: Octavia Spencer, The Help, de Tate Taylor.
Mejor Guión Original: Woody Allen, Midnight in Paris.
Mejor Guión Adaptado: Alexander Payne, Nat Faxon y Jim  Rash, The Descendants, de Alexander Payne.
Mejor Película Extranjera: A Separation, de Asghar Farhadi (Irán).
Mejor Documental en Largometraje: Undefeated, de Daniel Lindsay y T.J. Martin.
Mejor Documental en Cortometraje: Saving Face, de Daniel Junge.
Mejor Película en Cortometraje: The Shore, de Terry George y Oorlagh George.
Mejor Cortometraje Animado: The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore, de William Joyce y Brandon Oldenburg.
Mejor Película Animada: Rango, de Gore Verbinski.
Mejor Canción Original: Bret McKenzie, "Man or Muppet", Disney's The Muppets, de James Bobin.
Mejor Partitura Original: Ludovic Bource, The Artist.


El maestro Scorsese deleita con esta historia, llena de magia y mucho acercamiento
a lo que fue el cine a comienzos del siglo XX. Ganó cinco premios: Sonido, Mezcla de Sonido,
Efectos Visuales, Fotografía y Dirección de Arte.

Mejor Edición: Kirk Baxter y Angus Wall, The Girl with the Dragon Tattoo, de David Fincher.
Mejor Edición de Sonido: Eugene Gearty y Philip Stockton, Hugo, de Martin Scorsese.
Mejor Mezcla de Sonido: Tom Fleischman y John Midgley, Hugo.
Mejor Dirección de Arte: Dante Ferretti y Francesca Lo Schiavo, Hugo.
Mejore Diseño de Vestuario: Mark Bridges, The Artist.
Mejor Dirección de Fotografía: Robert Richardson, Hugo.
Mejor Maquillaje: Mark Coulier y J. Roy Helland, The Iron Lady.
Mejores Efectos Visuales: Rob Legato, Joss Williams, Ben Grossman y Alex Henning, Hugo.


Oscar Honorario: James Earl Jones (Actor) y Dick Smith (Maquillador).
Premio Humanitario Jean Hersholt: Oprah Winfrey.
Premio por Logros Técnicos: Douglas Trumbull.



jueves, 23 de febrero de 2012

Memorias de los años 90

Yo fui agente del SIN
Los muchachos y yo salimos a cumplir una misión. No era gran cosa, comparado con otras que sí daban miedo, hasta con los más cuajados del escuadrón. Teníamos que vigilar a un tipo que, según nuestras fuentes, era un terruco disfrazado de cantante. Una vez lo seguimos a una peña, donde debía dar un concierto. No lo hacía mal. Tenía carisma y se entregaba a su público. Luego de la función, lo esperamos a la salida e hicimos como que le queríamos pedir un autógrafo. Vaya, dijo, gente como ustedes le levantan el ánimo a uno en seguir  con esta profesión. Claro que sí. Y lo levantamos en peso y lo guardamos en la camioneta. Antes de que protestara, le amordazamos, le cubrimos el rostro con un calzoncillo usado y lo enviamos a nuestro escondite favorito. El forcejeo era extremadamente fastidioso, así que lo echamos a dormir con la culata de un revólver.

Ya despierto, se dio cuenta de que estaba amarrado en una silla, sin ropa y a punto de ser magullado por dos de nuestros agentes más fortachones. Así que te gusta cantar, le dije, ahora cántanos lo que sabes. Y el tipo empezó con La flor de la canela. Ah, eres vivo. "Es lo único que sé", dijo, acongojado porque no sabíamos reconocer su talento. Mis hombres le dieron, cada uno, un golpe demoledor tanto en el rostro como en el cuerpo. Sin embargo, el cantante no sabía porqué estaba en estas condiciones y a qué había venido. Le explicamos que las preguntas las hacíamos nosotros y él debía responder si respetaba su vida y la de los demás. Si es por las canciones, dijo, les juro que no lo hago tan mal.

-No seas imbécil -dijo el agente B-. Sabes a lo que nos referimos.
-Les juro que estoy más perdido que gallina en cementerio de elefantes -dijo el cantante.
-Tus bromas no nos van a ablandar.

Acto seguido, más golpes azotaron su tembloroso cuerpo, que ya no podía resistir más. Le explicamos de qué se trataba todo esto y negó rotundamente los cargos en su contra. Y le dimos una serie de acontecimientos de lo que había pasado meses atrás, de sus malévolas intenciones contra la paz social. Repetía unánimemente que se trataba de un error. Estaba convencido y trataba de convencernos de que solo era un cantante y quien haya dicho lo contrario, estaba completamente loco. "Loco vas a salir de aquí si no nos dices lo que queremos saber", dijo el Agente C. Y seguimos con los golpes.

Cuando el tipo se dio por vencido, cuando sus fuerzas lo abandonaron y creyó ver la luz al final del túnel, antes de dar su último suspiro, tuvo la molestia de tararear El plebeyo. Y quedó frío en el acto. "Este no nos va a decir nada", dijo el Agente B. Luego, una llamada por celular nos sorprendió a todos. Al otro lado del hilo telefónico, la voz de nuestro comandante en jefe nos preguntaba exaltado dónde estábamos. Le explicamos lo sucedido y nos dijo, con un rotundo carajo, que la peña era el Socavón, no el Eslabón. Sin decir una sola palabra, recibimos las amonestaciones del caso y una posible baja del cuerpo. Sin embargo, nuestro comandante en jefe nos hizo ver que un error lo comete cualquiera y eran gajes del oficio, como cualquier otro. "Limpien todo y vénganse para acá; yo invito los tragos". Hicimos lo que más sabíamos hacer. Cavamos una fosa al otro lado de la casa y dejamos el cuerpo del cantante en él, no sin antes quitarle todas sus pertenencias, no queríamos dejar cabos sueltos que lo reconozcan si llegaran a encontrarlo. Pero el Agente B era un experto cavador, porque antes trabajaba en un cementerio. Con el tamaño de esta tumba, dijo, van a encontrar petróleo en mucho tiempo. Más tarde, salimos rumbo a la peña y bebernos unas cervezas.

Qué tal bomba la de anoche
Era poco probable que ocurriera algún movimiento sedicioso en pleno toque de queda. La gente estaba preparada, por si acaso. Sin embargo, por los acontecimientos previos en varias partes de Lima, era necesario tener una vigilancia cuidadosa de todo sospechoso que merodease sin identificación. Lima ya no era como antes, llena de vida, de luces, de gente riendo y saludando a su vecino. Ahora, todos podrían ser terrucos. Se sospechaba hasta de los ancianos y de los perros. Escuché por ahí que esos miserables utilizaban perros para hacer explotar las comisarías o los comedores populares. Pero gracias a una de estas geniales ideas, se pudo capturar a varios. Parece que el animal no estaba bien entrenado y no se quedó donde debía estar y volvió donde su comando, que esperaba con el detonador. A alguien se le ocurrió comer papa rellena en ese momento y el olor atrajo al perro. Por la premura del tiempo, explotó cerca de ellos. La policía impidió que se fugaran y los guardaron hasta que llegáramos. En el cuartelito le hicimos ver perros hasta en la mierda que arrojaban por el miedo.

Cuando nos acordábamos, los muchachos y yo nos echábamos a reír. Mientras hacíamos la ronda, nos preguntábamos a cuántos habíamos matado desde que esto se puso feo. Cada uno dio una cifra aproximada. Casi todos no pasábamos de seis, hasta el momento. No nos sentíamos orgullosos, porque queríamos matar a muchos más. Yo había venido de la sierra, ahí la cosa estaba más cagada. Regresé porque el soroche me hace daño y sufro de presión alta. Aquí en Lima no es diferente, solo que hay puro blanquito. Pero ahora les tocó la buena, porque ni pensaban que los iban a tocar como lo hicieron. Bueno, el chino sabe lo que hace, de lo contrario ya se lo hubieran bajado hace rato. El que sí da miedo es el pelao. Hay que tener cuidado con el tío, una que haces y te vas de paseo a Cieneguilla, en una bolsa negra. Por eso, órdenes son órdenes, no hay que chistar. Como lo que hicimos en Barrios Altos. No podíamos separar quién era y quién no. Había que seguir nomás, de lo contrario mañana más tarde, podrían volver con más fuerza. Creo que no medimos las consecuencias de lo ocurrido. Pero lo hecho, hecho está. Es mi pellejo y mi trabajo. Y con el pelao no hay medias tintas, ya lo dije.

Cerca de la medianoche, el aburrimiento era sinónimo de perder el tiempo vigilando la calle. Solo veíamos algún tanque o un jeep con los chicos del ejército haciendo su ronda. Ni siquiera la casa, donde supuestamente estaba el líder de la banda, se veía ajetreada. Los muchachos y yo bebimos de una chata de ron que llevaba conmigo para casos como estos. El calor volvía a nuestros cuerpos y eso nos reconfortaba luego de varias horas sin poder dormir en una cómoda cama con tu mujer al lado. Tragos van, tragos vienen, se nos acabó la chata y tuvimos que improvisar. Uno de los muchachos salió de la camioneta y se acercó al jeep del ejército. Habló con ellos y cuando regresó tenía una botella de aguardiente. Ni cortos ni perezosos le echamos mano al trago. Quizá esa noche no hubo coches bombas, pero la bomba que nos metimos en el coche, esa sí estuvo buena.

Llegamos tarde, pero se hizo lo que se pudo
Ya el terrorismo había pasado a mejor vida, luego de la captura de sus principales cabecillas. El chino se reeligió y las cosas estaban tomando forma. El control era casi unánime y los medios hacían de las suyas bajo la mesa de las negociaciones. La gente parecía no importarle lo que pasaba en el gobierno, siempre y cuando hubiera tranquilidad en las calles. La plata iba a caer en cualquier momento y el país se vería beneficiado por la confianza del exterior al invertir capital en negocios de largo plazo. Bueno, ya sabemos que también los narcos metían mano en los asuntos del Estado, sobre todo el pelao, que era bien sabido que cobraba cupos para dejarlos trabajar en el VRAE y en el resto de la selva.  Sin embargo, lo que parecía un evento social y diplomático como cualquier otro de su envergadura, terminó con el asalto y toma de rehenes en la embajada de Japón. Vaya, eso sí fue de película, cuando vimos las primeras imágenes en la televisión. No pensábamos que eran tan inteligentes para perpetrar una cosa como esa, que ni Los magníficos serían tan osados de alardear. Nos pusimos en acción de inmediato y tratamos de que las cosas no se salieran de control y buscamos una salida pacífica. Pero estos jijunas no daban su brazo a torcer. Luego de varias rondas de negociaciones, se pudo liberar a las mujeres. Pero la resistencia de los captores nos dejó lelos y tuvimos que tomar otras medidas. Creo que ya saben a lo que me refiero, y la historia se encargó de inmortalizarlo. 

martes, 21 de febrero de 2012

Gracias a Dios que soy ateo

Desde pequeño siempre me interesó los misterios de la vida y del universo. He aprendido a dilucidar pensamientos y asimilar inquietudes que me ayudaron a establecer un criterio sincero y objetivo sobre el porqué de las cosas. Me asustaba la idea de que todo lo que existía ya no iba más después de la muerte. Mis profesores pensaban que estaba loco e inexplicablemente mi familia era de la misma idea. Quizá eso me llevó a una vida más contemplativa, menos activa, recogiendo experiencias y nutriendo mi instinto de supervivencia con preguntas que casi nadie ha osado responder: ¿Existe vida más allá de este mundo después de exhalar el último suspiro? Y si lo fuera, ¿podría seguir cobrando mi AFP? Lo que sí es cierto es que todo lo que has acumulado a lo largo de tu vida no te lo podrás llevar, salvo un traje sastre azul. Pero, ¿a qué viene toda esta angustia? Simplemente creo que la vida es una sola y eso que te venden la religión es solo para que te tranquilices y sea más llevadero frente a lo inevitable.

Como dice la Biblia: "no sentirás frío ni calor, no sentirás hambre ni sed". Claro, ya estás muerto. Eso es lo que no entiende la gente. Como dije, es tranquilizador que la vida eterna sea de esa manera, pero tampoco será gran cosa porque no podrás ni siquiera sentir el abrazo de otro ni volverte a enamorar o disfrutar de una rica merienda al lado de un león que ya te mira con otros motivos más de supervivencia que de cariño. Y la palabra "muerte" no debe asustarte, es el fin al que todos llegamos, y hacemos lo posible por prolongar la vida y que esto no suceda. Por eso comemos menos carne, menos grasa, fumamos y bebemos menos y hacemos ejercicio casi a diario; sin embargo, eso no detiene la vejez ni la extinción. Los dinosaurios desaparecieron porque cayó un asteroide en las costas del Yucatán, no porque no tenían sexo o porque se comían entre ellos. Y cuando vemos tantas desgracias que implica pérdidas humanas, es porque la propia naturaleza sabe cuándo es el momento de purgar lo que está de más. Sé que suena feo, pero es real, hay que verlo en su total contexto para entender que eso del diluvio es una metáfora de que cada cierto tiempo la explotación demográfica, tanto de hombres, animales o cosas, rebasa la permanencia de los recursos y es necesario un equilibrio al natural desarrollo de los mismos.

Semanas atrás escuché a un rabino hablar sobre el significado de la palabra JEHOVÁ. Es el mismo tipo que los católicos creen y es el mismo que concibió a un hijo para enviarlo a salvar nuestros pecados. Qué pecados, me pregunto. ¿Es el mismo que Adán y Eva cometieron durante su estadía en el Paraíso? Me imagino que sí, porque es del único tema que hablan los religiosos cuando se trata de estas cosas. Y no me explico porqué. Para seguir con la idea del rabino, éste pontificaba que Jehová observaba detenidamente nuestros actos, estaba al tanto de lo que hacíamos y sabía exactamente quién lo veneraba. "El ojo de Dios", como dicen, "el que todo lo observa". Vamos, ni siquiera están de acuerdo en que el mesías se llamaba Jesucristo y Poncio Pilatos quiso eximirlo de toda culpa que le imputaban. ¿Quiénes? Los judíos, desde luego. Los judíos fundamentalistas tienen una obsesión por llegar algún día a los brazos de su Señor Creador, mientras su pueblo se mata entre sí o sigue en conflictos con los musulmanes, otros que tergiversan el significado del Corán y dan su vida por Alá, el mismo al que llamamos Jehová o Dios.

Todas la religiones tiene un padre, un hijo y un espíritu santo. Los griegos, los persas, los egipcios no son la excepción. ¿De dónde viene toda esta creencia de la venida de un mesías a cambiar el pensamiento y la doctrina del individuo? Fue hace miles de miles de años, cuando un ser emergente de las praderas, que comprendió que un hueso o una piedra eran las herramientas básicas para considerarse civilizado, no supo explicar los fenómenos atmosféricos de la naturaleza: las lluvias, los terremotos, los rayos y los truenos, e inventaron a los dioses porque se sentía muy solo para entender por sí mismo qué es lo que estaba pasando. Y estas leyendas, mitos, tradiciones o lo que fuera, se diversificaron y cambiaron a medida que la población mundial crecía y se expandía por los territorios recién conquistados, para dar pie a una sola idea universal de la creación y que nos fue enseñada como el ABC del entendimiento humano. Ahora sabemos del Big Bang, del evolucionismo, de Galileo y las leyes de Newton y de Kepler, hemos asistido a los viajes al espacio -aunque sigo pensando que el hombre nunca fue a la Luna- y hemos encontrado vestigios de civilizaciones más antiguas que nos hace suponer que seres extraterrestres visitaron la Tierra mucho antes de que el hombre apareciera, idea recogida en la llamada Teoría del antiguo astronauta, defendida por una legión de seudocientíficos acreditados, pero que resulta interesante tener un punto de vista distinto a todo concepto existente hasta el momento sobre el tema.

No niego que la gente necesita de un Dios protector para echarle la culpa de sus desgracias o santificarlo cuando le va bien en la vida. Todo es cuestión de uno mismo, es la fe a sus propios actos que lo fortalece por seguir creyendo en que las cosas que pasan tienen un propósito, y que mañana más tarde conseguirá descansar en paz, dentro de un cajón de fino cedro o en una pequeña urna luego de pasar por el horno. Es por eso que me mato pensando en por qué estamos en este planeta, en esta sociedad, en este espacio de tiempo y no en otro. Einstein habló de mundos paralelos y de una cuarta dimensión que podría ser la puerta a los viajes temporales, y que sin embargo no se ha podido precisar dónde están. Tal vez un hoyo negro o agujeros de gusano, pero se sabe que su gravedad absorbe todo objeto y lo destruye, o quizá lo desmaterializa para enviarlo a otro universo, de la que se desprende la idea de la teletransportación. Sería genial trasladarnos de un lugar a otro y observar acontecimientos pasados o futuros y ser sus testigos presenciales. El problema es si tendremos el suficiente coraje para no caer en la tentación de transformar la historia, como en Volver al futuro. Llegar en el preciso instante en que nació Hitler o antes de que estalle la primera bomba nuclear o ver quién mató a Kennedy o atropellar a Alan García en 1984 o darle cianuro en vez de vodka a Abimael Guzmán, mientras danzaba Zorba el Griego. El mundo lo agradecería.

Y siempre me he preguntado, si todos esos ovnis que dicen haber visto en muchos países no serán seres que vienen de otras dimensiones, no precisamente de otros sistemas planetarios, sino que son los mismos humanos que vienen de nuestro futuro, que lograron encontrar la puerta del tiempo y el espacio, que son los mismos que dieron sabiduría a las primitivas civilizaciones para luego dejar vestigios de dichos conocimientos; porque, según la teoría del antiguo astronauta, hay una pequeña brecha de tiempo en la evolución que difiere mucho al proceso de desarrollo real que debió haber pasado el hombre para lograr una avanzada tecnología en cuanto a arquitectura, matemáticas y astronomía. Casi simultáneamente hubo un despertar de conocimientos interconectados por una especie de world wide web primitiva tanto en Egipto, Centro América y Sudamérica, parte de Asia y Europa, que supone que algo o alguien dio para cruzar el umbral de la ignorancia y pasarlo de generación en generación. O, de lo contrario, sobrevivientes de un planeta extinto vinieron aquí y plantaron una colonia para perpetuar su especie y que, gracias a la genética, fusionaron sus células con las de algún simio, naciendo así nuestros primeros ancestros. Y lo que llaman "Dios" pudieron ser estos seres que, según la Biblia, creó al hombre a "su imagen y semejanza". Todo es posible. Naturalmente, son conjeturas que deben tomarse en cuenta para investigaciones más profundas y con sustento científico.

No podemos vivir sin Dios y Dios no puede vivir sin nosotros. Es un negocio. Todo lo que hacemos en nombre del Señor es negocio. Negociamos con el dolor, con la fe, con el hambre de espíritu y con el conocimiento. La iglesia católica es la entidad más lucrativa que existe, después del Banco Mundial o en FMI. Aún no se sabe cuántos millones tiene El Vaticano guardados en sus bóvedas, pero es suficiente como para darle de comer a toda África. Pero no, prefieren enviar oraciones en lugar de dinero. Siempre que ocurre una desgracia, El Vaticano reza por las almas de los deudos; carajo, ¿no sería mejor dar un cheque para que esas pobres familias, que lo perdieron todo en un terremoto, tifón o masacre étnica, puedan llevarse un pan a la boca? Es más fácil rezar que meter la mano en el bolsillo. Luego hablan del pecado, de la lujuria, del robo, del asesinato. ¿Alguien recuerda la Inquisición? Juan Pablo II pidió perdón al respecto, de las atrocidades que cometió la iglesia a lo largo de su historia. ¿No creen que ya es muy tarde para eso? ¿Van a resucitar todos esos torturados y quemados en la hoguera? Al menos, ya tienen un telescopio para ver las estrellas. Ya es algo.

Los musulmanes tienen otro sistema de creencia: matar a los indeseables. Tienen que ser eliminados porque ellos son los únicos que comprenden la importancia de Mahoma como el salvador de los oprimidos y Alá como el ser omnipotente que acogerá en su seno a los puros de corazón. El fundamentalismo islámico, el que piensa que la fuerza es el único remedio contra los impíos, ha hecho posible que tipos como Osama Bin Laden o los ayatolas existan en la actualidad. El Al Qaeda es el vehículo para que dicho fin sea posible, es la versión con turbante de la Inquisición; pero ahora, en lugar de quemar en la hoguera a los infieles, los ametrallan o derriban sus aviones sobre edificios, sin importar que hayan niños, mujeres y ancianos. Todo porque no están de acuerdo con el trato que se les da o porque no tienen el poder mediático que sí ostentan los evangelistas, protestantes y católicos. De no ser así, en lugar del Club 700, tendríamos en la televisión al Club 11/9 o Un momento de reflexión con el Ayatola. Se sienten heridos porque Abraham prefirió a Isaac que a Ismael, pero también hay que recordar que el mismo Dios protegió a éste del desierto y al otro lo dio en sacrificio, astutamente salvado a último minuto como todo buen argumento que mantiene al lector pegado a la novela, porque hay que reconocer que la Biblia es una gran novela épica, digna de Dostoievski o Victor Hugo, con grandes pasajes que embelesa al más incauto de los mortales.

En todo caso, benditos aquellos que depositan su fe a un ser supremo, que mantienen los preceptos de caridad, amor, voluntad e inquebrantable labor espiritual para aquellos que ven perdidas sus esperanzas y creen que con la salvación eterna sus problemas han desaparecido por completo. Pero hay de aquellos otros que lucran para vivir cómodamente, dueños de su propia iglesia, con posesiones, con autos y helicópteros, con anillos y cadenas de oro, que domingo a domingo viven del diezmo de sus seguidores. A ellos sí hay que ponerlos en un avión y enviarlos de tour por el triángulo de las Bermudas, a ver si Dios le extiende una mano. Es como aquel viejo chiste de Condorito, donde Huevoduro, un cura que vive humildemente en su iglesia hecha de esteras, vestido con una sotana andrajosa, ve acercarse al Cumpa, también cura, y ambos intercambian experiencias de cómo sobrevivir en su iglesia. Mientras Huevoduro da todo el diezmo a la iglesia y ayuda a los feligreses, el Cumpa dibuja un círculo en el piso y toda moneda que cae en su interior al lanzar el diezmo al cielo son para Dios, las que caen fuera son para su bolsillo, viviendo humildemente con lo poco que logra captar; en cambio, Condorito aparece bien vestido con una sotana elegante y un auto último modelo, los otros se sorprenden de su prosperidad y le preguntan cómo lo hace. Y les responde: "Lanzo al cielo el dinero y lo que pueda coger Dios es para la iglesia y el resto es para mí". Eso parece ser el secreto de su éxito. Ya lo dije, buen negocio.

Lo que parecía una señal clara de represión y oscurantismo, ahora son simples enseñanzas erróneas de lo que es la vida y la posteridad que ella representa. El mundo no se acaba hoy ni mañana, no hay que alarmarse por señales extrañas en el cielo o por los pequeños sismos que se han presentado por estas fechas, o las intensas lluvias que azotan al resto del país o las inestables manifestaciones climáticas al principio del verano. Si deseas rezar, hazlo, porque de alguna manera reconforta que alguien al otro lado de la línea pueda escucharte; de lo contrario, ten la seguridad que aún existe gente buena que hará posible que aún tengamos fe en este mundo tan cruel y egoísta. El desánimo es la peor de las enfermedades y la confianza es el bálsamo de todo proyecto de vida. Solo es cuestión de nutrir nuestros sentidos con criterio y sabiduría.

jueves, 16 de febrero de 2012

¡Cállate!

Es bien sabido que el cine es el entretenimiento de masas por excelencia. Es una de las artes modernas donde uno comparte más de una emoción y funge de crítico cuando en realidad no sabe de lo que está hablando. Pero como en todo acto público, nunca faltan los impertinentes que aguan la fiesta al más circunspecto y entendido en la materia, aquellos que desahogan sus emociones no comiendo canchita, sino parloteando cosas ajenas a la película. Sí, pues, la gente cree que porque paga una entrada tiene derecho a hacer lo que le plazca en una sala de cine, sin respetar a los demás que sí desean disfrutar de la función. Ya habrán oído cosas como "me gusta comentar la película mientras la veo" o "así la disfruto más". Entonces, mejor espera a que termine, te instalas en una cafetería y gritas a los cuatro vientos qué te pareció para que los demás escuchen tus comentarios, que sepan que eres todo un gran conocedor de... ¿Amor por siempre?

No cabe duda que nos emocionamos casi simultáneamente en determinada escena, reímos, gritamos, desaprobamos la acción del villano o vitoreamos al héroe cuando se queda con la chica de turno; pero de ahí a que escuchemos murmullos, ringtones de celulares o sintamos los olores característicos de un pollo a la brasa o una pizza, ya es el colmo. Así como en el teatro, cuando la voz en off anuncia que debemos guardar silencio durante la presentación de la obra, se debería proyectar un slide advirtiendo que nadie está autorizado a hablar durante la película. Pero en una sociedad como la nuestra, las reglas pasan por agua fría sin que nadie pueda hacer nada al respecto.

No faltan tampoco los que saben lo que va a pasar en la siguiente escena. Se adelantan a los hechos y cagan la emoción. Uno ya sabe qué es predecible y qué no lo es, simplemente gozamos del momento como si no supiéramos nada en ese momento. Pero hay uno que se pasa de listo, y quiere caerle bien a su conquista, que tan idiota como él, no lo calla oportunamente. Como aquella vez, en el estreno del tan esperado Episodio I: La amenaza fantasma. En la fila de la izquierda, cuatro niños estaban pegados a la pantalla, y uno de ellos -el más sabihondo y experto en Star Wars- comentaba lo que iba a suceder: "Mira, ahorita viene Jar Jar Binks", "Anakin es el papá de Luke", "Qui Gon muere" o "Palpatine es el Emperador". Si más no recuerdo, esa película la vi como veinte veces porque no podía disfrutarla a plenitud. Estuve en casi todas las salas donde fue exhibida, y cada una de ella había un imbécil que te explicaba el por qué de los acontecimientos. Tuve que esperar la versión DVD para deleitarme a solas, en mi casa. Tal vez por eso ya el cine me parece una experiencia nada agradable. Prefiero comprar el DVD pirata y quedarme en mi dormitorio, sin tener que escuchar a las alegres comadres de Windsor planeando qué comprar en Oeschle. Y es extraño, pero cada cine tiene un público diferenciado. Por ejemplo, cuando fui a ver Spider Man 3, en el Cinemark de San Miguel, la gente protestó casi al mismo tiempo cuando Mary Jane besó a Harry; sin embargo, en el Cineplanet de Risso, durante la misma escena, no hubo tal reacción. Ni siquiera hubo comentarios. Otro caso, con Medianoche en París, en Cinerama el Pacífico, la vi en función de noche. Las referencias eran entendidas por casi todos y nos reíamos al mismo tiempo. Al verla en matiné, un domingo, la poca asistencia estaba conformada por gente joven, que no entendía quién era quién. Fui el único que se reía. Había una muchacha que le pedía explicaciones a su pareja de quién era Dalí o Hemingway (?).

Dicen que soy un exquisito. Lo sé. Me gusta el buen cine y que la gente se calle mientras lo veo. Afortunadamente, me gusta ir solo, porque no me agrada que mi compañera me pregunte
 qué pasó mientras se fue al baño. Ese es otro de los tantos errores que se comete al ir al cine. Si sabes que la película dura 2 horas, más o menos, toma tu tiempo previo para ocuparte, comprar dulces u otra cosa que necesites, porque eso de estar levantándose en plena función, es de insanos mentales. Peor si te sientas al medio, tienes que pasar por una serie de personas, interrumpes su concentración y pones en ridículo a tu acompañante, porque es a él a quien van a mirar mal. Sí, nos ha pasado a todos, y dirán que la mujer no tiene el aguante del hombre en esas circunstancias. Mejor, te sientas al lado del pasillo y asunto arreglado. Es bajo tu responsabilidad si te pierdes la ilación de la trama. Por suerte, a veces me toca ir con personas que sí sabe comportarse durante la función. No hablan para nada, solo al final, cuando ya todo terminó. Vale la pena tener esa clase de amistades. O, hay otras que aprovechan la oscuridad del momento, para regalarte unos cuantos mimos subidos de tono, sin importar que el tipo de al lado se gane con todo el pase. Pero esa es otra historia.

En el cine también encontramos a los padres responsables, que no dejan a sus hijos solos en casa porque pueden incendiarla o algún atracador los secuestra. Para evitar eso, los llevan con ellos a ver la película. No hay nada más insoportable que escuchar el lloriqueo de un niño. ¿Qué tiene que estar haciendo ahí? Ni siquiera entiende lo que ve, se fastidia, se aburre, se quiere ir y empieza a llorar como si le hubieran roto un dedo. Ni siquiera pueden dejarlo en casa de los abuelos, porque están muy viejos o no pretenden cuidar hijos ajenos, basta con los que tuvieron que soportar en su juventud. Y hablando de ancianos, estos tampoco se pierden una función. A mí creo que me persigue una maldición porque siempre estoy cerca de niños, ancianos o parejas. Y los ancianos son la muerte. Te comentan como si lo que estuviera pasando en la pantalla fuera verdad. La mujer, sobre todo, sufre viendo a Daniel Craig -James Bond- recibir tal paliza que hasta ella siente el dolor que le ocasiona su enemigo. O el viejo que comparte su afición por las películas antiguas, que recuerda a María Félix o a Humphrey Bogart como si los tuviera presente al lado suyo.

Por eso, he decidido ir al cine en la mañana. En algunos cines la primera función empieza a las 11 o a las 12 del día. Ahí va casi nada de gente. En alguna oportunidad la función fue para mí solo. ¡Qué placer! ¡Qué deleite! Si todas las ocasiones fueran así, me sentiría complacido hasta la saciedad. Lástima que a veces el trabajo me impide tomarme dichos atributos y debo esperar hasta la noche donde tenga la garantía de no encontrarme con niños o ancianos o parejas o grupo de amigos. Y lo mejor de todo es que puedo sentarme en la última fila, arriba, junto al proyector, así no tengo que escuchar a nadie conversar, porque la acústica hace que el ruido vaya hacia adelante no atrás. Si no encuentro disponibilidad en esa área, debo abstenerme a las consecuencias. O, sentarme en las hileras laterales, que no son del agrado del público y andan descongestionadas del todo.

En si, el cine es para verlo cómodamente en una butaca, en pantalla gigante y sonido dolby digital 5.1 surround. Te apartas de la realidad por breves momentos pero la experiencia no te la quita nadie. Es una buena terapia contra un día pesado u otras dolencias mentales que puedas tener, salvo que sea un martirio por las razones ya explicadas líneas previas. De ser así, recomiendo comprar un home theater y pásalo bien en tu dormitorio.

martes, 14 de febrero de 2012

Ya, ¿y si San Valentín no quiso decir eso?

Según cuenta la leyenda, San Valentín era un monje que ayudaba a los jóvenes enamorados a ligar y hacer sus vidas una ensalada de emociones y cambios hormonales que la misma Inquisición abusaría en condenar por considerarlos faltos de moral y trasgredir el orden público. Sin embargo, la tradición dice que se trataron de tres personas completamente distintas con el mismo nombre que, gracias a los responsables de la celebración, quisieron unificar por referirse a una sola idea: "la celebración del amor". El primero de ellos, fue un médico que luego se hizo sacerdote, ordenado decapitar en el 270 d.C. por el emperador Claudio "El Gótico", acusado de casar soldados, ya que estos no podían hacerlo por considerarse incompatible con la carrera de las armas. El otro, un obispo italiano, de la localidad de Terni, cuyos restos se encuentran en la basílica de Interamna y la fiesta patronal se celebra todos los 14 de febrero. Y el último, un mártir de la provincia romana de África, durante la conquista de dicha continente.

No obstante, poco o nada se sabe realmente de su existencia. Los mitos que se tejieron alrededor del tema fueron quizá creados durante la Edad Media en Francia e Inglaterra, cuando esta fecha fue asociada con el amor, a propósito de la historia de San Valentín, ejecutado un 14 de febrero al no querer renunciar al cristianismo y por haber casado a parejas en secreto después de prohibirse el matrimonio por orden del emperador Claudio II. En otra leyenda, dice que fue el patrono de los enamorados porque su fiesta coincide con el momento en que los pájaros empiezan a aparearse.

Hasta aquí podría considerarse una historia muy bonita y muy romántica, escuchando en el ocaso del día La hora del lonchecito antes de que las cosas pasen a mejores momentos corporales dentro del coche. Aunque, debo suponer que toda esta idea del enamoramiento viene desde la creación del universo. Dios se sentía solo y quiso tener algo con qué sentirse identificado. Hizo el mundo y al poco tiempo hizo al hombre. Nada más verlo coquetear con la gacela, las cosas no parecían armoniosas para el pobre animal. Tuvo que sacarle una costilla para darle una compañera. Ya sabemos en qué termina la historia: el triángulo amoroso más tergiversado que hayan podido ocultar los fundamentalistas. Claro, el llamado "fruto prohibido" no era otra cosa que la relación extramarital de Eva con la serpiente, la encarnación de la lujuria que seduce a la descocada mujer para arrastrarla a los deseos más ocultos del alma humana.

Los griegos eran los campeones del amor. Los grandes filósofos se tiraban a sus pupilos porque era una costumbre hacerlo abiertamente, pues, eso purificaba y a la vez estimulaba el pensamiento y el temple del individuo. La bisexualidad era bien vista y nadie parecía importarle ver a un gordo peludo acostarse con jovencitos ávidos de experiencias y sentido de confraternidad como bien lo disfrutaban en aquella época. El amor platónico, por ejemplo, es uno de los sentimientos más subestimados en la actualidad, y de cuyas raíces se desprende ese afecto idealizado o "mal pagado" por el cual a veces uno pierde la cabeza o la vida.

¿Quién no ha sentido la necesidad de gritarle a medio mundo estar enamorado de aquella persona especial, que removió sus entrañas como nadie pudo hacerlo hasta el momento? Las cosas cambian en uno, se vuelve más sensible, siente que la cabeza le da vueltas y su único anhelo es estar en los brazos de su amad@ y hay nada ni nadie que pueda impedirlo, salvo las horas de sueño y de trabajo. El amor mueve montañas, dicen, yo creo que mueve otras cosas más provechosas, y sin embargo hacemos cada estupidez en su nombre, como dibujar sobre la arena o sobre un árbol un corazón con las iniciales entrelazadas por una flecha o mirarse a la cara por horas, estúpidamente, mientras absorben con una cañita el milshake de fresa que se descongela aparatosamente y lo único que tienen que decir es "te quiero" sin hacerle caso al mozo de que ya tienen que cerrar. O los más atrevidos, osados y locos manifestantes del amor, que saltan en paracaídas hasta la oficina de la amada, llevando consigo un ramo de rosas y un peluche, dejando encantandos hasta el jefe, que hace unas horas lo había despedido por llegar tarde nuevamente en una semana. Sin embargo, todo eso solo lo puedes decir o hacer en el 14 de febrero, porque es una fecha especial para ambos. El resto del año, ni siquiera le invitas un caramelo o la sacas a bailar. El 14 de febrero es ideal para celebrar en grande el amor.

Sí, pues, ¿por qué no decirle lo mismo en el momento que uno le parezca apropiado? Cuando uno tiene ganas, iniciativa y voluntad, puedes impresionar a tu pareja con detalles que sus anteriores conquistan jamás tuvieron. Ser atento no quiere decir que gastes una fortuna en baratijas o cualquier nimiedad de esas, solo preséntate y sé tú mismo. El maldito sistema y estilo de vida enajenante nos ha vuelto necesariamente "comerciales",  que sin peluches ni chocolates no somos nada. Al menos, tú te sentirás un cero a la izquierda por tu ineptitud de no corresponder a tu pareja solo con el afecto y el respeto que se merece. Te sientes inferior porque no le regalas algo que la haga olvidar los malos ratos que vivió el 13 de febrero. No, no, no, no. Para el amor no hay fecha ni horario fijo, solo ten la suficiente predisposición para amar y dejar que te amen.

El negocio más rentable después de navidad. ¿Saben cuánto dinero se gasta en San Valentín? Yo tampoco tengo idea. Pero el que menos se llena los bolsillos de los "cariños" que vende sin siquiera estar casado ni enamorado. Irónico. Conozco a un individuo que se gana la vida diseñando tarjetas de felicitación, tiene bonitas frases y sabe el gusto de la gente, pero jamás en su puta vida ha estado enamorado. Ni siquiera ha tenido una aventura ni nada semejante, simplemente es un tipo bien parecido que ha decidido vivir solo y alejado del mundano deseo de ser correspondido. Porque admiradoras tiene, a montones, hacen enormes colas para salir con él; pero no le interesa, ni siquiera el gay para decir que es ese su motivo. Y es que hay personas que han nacido así, sin esa necesidad de entablar lazos afectivos. Su único placer, dice, es sentirse gratificado cuando alguien le compra una tarjeta. ¡Cómo no va a estar gratificado si con eso come, reverendísimo imbécil!

Yo creo que el amor y la amistad no tienen precio. Es un sentimiento innato y uno debe ganarse ese derecho, debe cultivarlo y darle oportunidad a los demás de acercarse y compartir no solo una cerveza o una pizza en casa de fulano o mengano, sino de aprender a convivir en armonía y tranquilidad. Quizá sea una fecha en la que todos debamos reanudar votos y estar seguros si vale la pena el esfuerzo de tener un millón de amigos o saber que con una pequeña ayuda de tus amigos puedes lograr mucho más. El mundo puede tener muchas imperfecciones y puede que se desangre por la desidia de algunos que quieren acaparar más de lo que necesitan para subsistir; pero, siendo honestos, no creo que nadie en este universo se sienta incapaz de querer a alguien por sí mismos, vivir en perfecta armonía y, como diría John Lennon, le daríamos una oportunidad a la paz.


sábado, 11 de febrero de 2012

No eres tú... soy yo

Julissa estaba emocionada. Había encontrado al hombre perfecto. Era la primera vez, después de muchos intentos, que tenía a su lado a un tipo bien parecido que la satisfacía en todo. Gustavo, que así se llamaba el susodicho, tenía los píes bien puestos sobre la tierra, amaba su independencia pese al compromiso. Luego de muchas decepciones, se dedicó al puteo al paso sin dejar que nadie sometiera su frustrado corazón. Sin embargo, un día cualquiera, ambos decidieron cortar la relación por diferencias irreconciliables. La verdad de la melcocha es que Gustavo se sentía demasiado presionado para soportar un trajín de ese tipo, con una mujer que solo le interesaba sentirse gratificada mas no gratificar a su hombre. Se sentía usado, engañado, hasta podría decirse que se había convertido en un trofeo para esta dama que fingía derrames cerebrales en el supermercado cuando de pagar las cuentas se trataba, cosa que él debía desembolsar de su propio peculio lo que antes había sido un 50/50 como bien mandaba la ley del amigante.

Una noche, Julissa vino a buscarme, tal vez para que la escuchara. Creo que era el único amigo que tenía en la faz de la tierra, y el único que podía encontrar despierto pasada la medianoche. Lo cierto era que quería sacarse el clavo y tener sexo con cualquiera. Primero le dije que no era propio de una joven irrumpir en la casa de un tipo que está medio dormido y que le bajaran los pantalones sin siquiera pedir permiso. Segundo, porque era mi amiga, y yo no le entro al sexo con mis amigas. Es una cláusula en mi contrato moral que respeto al cien por cien. En fin, le dije que se tomara un té de manzanilla y me contara su historia. Y no era la típica historia de amor que vemos en las películas, era más bien la obsesión de una mujer por encontrar la pareja ideal que decidió someter su razonamiento por la pasión. Hizo cuanto pudo de convencer a Gustavo de que ella era la mujer indicada para él.

Lo que no supo ella fue que un día antes Gustavo vino a verme, a contarme los mismos problemas que había tenido al conocer a Julissa. Al principio, solo la veía como una amiga, con la que podía salir, tomar un café o ir al cine. Pero era tan vehemente que hasta se tomaba atribuciones que no le competía, como quejarse de que no la llamara, de salir con otras amigas o de darle un regalo las veces que salían. Y se ponía a llorar cuando él le explicaba que solo eran amigos, y que no estaba obligado a tener detalles con ella sin que le provocara o, de lo contrario, esperar el día de su cumpleaños o navidad. ¿Y por qué la aceptaste?, pregunté. Dijo que, a pesar de todas las cosas que había vivido, quiso darle y darse una oportunidad, de volver a querer a una mujer y reiniciar una relación de dos.

Menudo rollo, pensé. El tipo había conocido infinidad de mujeres, se había acostado con ellas y sus sentimientos estaban bien plantados. Juró nunca más enamorarse y vivir la vida loca sin compromisos. Lamentablemente, Julissa se cruzó en su camino y lo indujo a cambiar de parecer. Fue más por pena que por otra cosa, aclaró. Eso está muy mal, dije, no puedes engañar a una persona de esa manera. Nadie está con alguien por pena. Ella se lo buscó, dijo, porque dentro de su desesperada búsqueda del amor, su patética manifestación de amor la convertían en un ser vulnerable, solitario, sin rumbo ni esperanzas de ser la mujer de fulano de tal. Bueno, ella también pensaba en grande, ya quería casarse y establecerse en una residencia convencional. Tuvo la desfachatez de mencionar el caso de su abuela, que se casó a la antigua, sin sentir realmente amor por su pretendiente, y que con el paso de los años, ese sentimiento fue alimentado con el día a día. ¡Por Dios, qué estupidez! Sí, era muy estúpido para ser cierto. Pero así estaban las cosas en su momento.

Volviendo con Julissa, dijo que ya no podía vivir de esa manera. Sus sentimientos eran demasiado profundos para terminar tan de repente, sin siquiera haber dado el todo por el todo. Gustavo fue injusto, según ella. Nunca la llamó ni le escribió, simplemente se hizo humo, porque según él era la mejor manera de terminar, sin peleas ni resentimientos. Para ella era doloroso despedirse cada noche, después de una tarde agradable que terminaría en discusiones tontas porque ella recordó lo mal que la trató al principio y que siempre la comparaba con sus ex. ¿Y a qué viene todo eso? Es que los temas de conversación que sostenían en el hotel, luego del sexo, eran volátiles, una cosa llevaba a la otra, como en la serie de televisión Seinfeld, donde el diálogo no tenía una lógica argumental establecida. Solo eran ideas que iban y venían, sin mucha pompa ni dobles interpretaciones. Solo ocurrían. Sin embargo, ella lo malinterpretaba. Y empezaba a llorar.

En cuanto al sexo, era una de las cosas más desafortunadas que tuvo que soportar con ella, que, al parecer, sí lo disfrutaba. En cambio, Gustavo debía someterse a sus caprichos, a sus arcaicas ideas sobre cómo hacerlo. NI siquiera le gustaba cambiar de posición. Ella solo quería tenerlo encima, bien adentro, y nada más. Nunca llegaba a eyacular. Eso le atormentaba. Perdía la erección cada vez que ella quería que la tocara de una manera que la hacía sentirse bien, o de repente tenía que ir al baño porque le había hecho efecto el sándwich de palta con durazno. Ni siquiera iba motivado. A escondidas, debía masturbarse para sentir placer y terminar su rutina. Al principio creyó que era el del problema, y que debía visitar a un especialista para sacarlo de ese trance que le imposibilitaba disfrutar de lo antes vivido. No, resultó que fue donde una amiga y tuvo sexo con ella, uno de los episodios más deliciosos que hubiera experimentado, y se convenció que su problema era Julissa, que no lo estimulaba como quería.

Para empezar, su amiga era más curtida en estos temas. Le gustaba el sexo oral y anal, cosa que Julissa descartaba como mojigata con licencia. También recurría al porno como preámbulo a los juegos amatorios y dejaban volar su imaginación: ella asumía el rol de Rita Faltoyano y él, el de Rocco Sifredi. Eso sí podía llamarlo SEXO. Julissa, como buena niña de mamá, había aprendido por instinto que por maña, sin tener el suficiente conocimiento de que hay cosas que a los hombres les encanta que le hagan, sin tener que recurrir a una puta, con el respeto que se merece una. Quizá fue ese el motivo por el que sus días como pareja de alguien estaban contados, más los aspavientos que generaban sus conversaciones, todo parecía indicar que nada haría cambiar de idea.

Julissa y Gustavo nunca comprendieron cuán significativo puede ser la vida en pareja, si se tiene en claro qué es lo que uno quiere para sí mismo y compartirlo con el otro. No, cada uno fue egoísta y sucumbió a sus propios delirios. No tuvieron el suficiente coraje de afrontar los pros y los contras de este difícil negocio del concubinato. Está de más decir que ahora pretenden enmendar sus errores y no volver a caer en dicho embrollo con futuras parejas. Lo que es Julissa, porque Gustavo está convencido que no existe mujer alguno que le haga cambiar de idea, aún cree que son peligrosas y astutas cuando quieren algo. La escena del supermercado lo confirmó. Ella, aún juega con su consolador de bolsillo, aunque dice que nada se compara con un buen pene que la haga vibrar de verdad. Sin embargo, puedo decir con el temor a equivocarme, que estos dos han aprendido la lección, y que no solo del placer se construye una relación, es más que todo compromiso, lealtad, amistad, confianza y mucho respeto a nuestra independencia como personas y como seres racionales.

jueves, 9 de febrero de 2012

La 3D y la ley de la ganancia

Tenía 12 años cuando vi por primera vez una película en 3D, se llamaba Parásito, uno de esos esperpentos que causaba miedo y fascinación al mismo tiempo. En aquel entonces, 1982, era una novedad ver ese tipo de producciones aquí en nuestro medio. El único cine que la proyectaban era el Colmena, antes de convertirse en un antro de cine para adultos. Las colas eran inmensas y los asientos eran numerados -como era común en los cines de antaño-, así que podrías darte con la sorpresa de que no te tocara un asiento consecutivo. Recuerdo que los lentes eran de cartón blanco, con lunas de plástico verdes. La tecnología de la época precisaba proyectar tres películas al mismo tiempo, y era el método que se practicaba desde entonces cuando fue creado a principios del siglo XX (véase cine 3D) y que lo hacía costoso para el usuario. Hoy, dicha tecnología se ha perfeccionado gracias a un avanzado sistema que permite imprimir en una misma cinta las imágenes superpuestas y reproducidas en un solo proyector, abaratando los costos y haciéndola más comercial. Gracias a los nuevos equipos de proyección que ostentan las multisalas, las películas en 3D son tan comunes para el espectador.

Fue la oportunista visión de James Cameron que la 3D pudo convertirse en lo que es hoy, al darle vida a esa cosa llamada Avatar (2009), un acierto como producto, pero floja como historia. Desde ese entonces se dio inicio a un nuevo universo para los productores y directores que han apostado por llevar a la pantalla un entretenimiento de grandes proporciones épicas, cuyas ganancias han superado las expectativas. Desde Toy Story 3 hasta Thor, pasando por Harry Potter y Transformers, es habitual que las salas con este formato se multipliquen a pasos nunca antes vistos.

Le ha tocado el turno a George Lucas poner en juego toda su parafernalia cósmica para entregarnos su más lucrativa criatura cinematográfica: Star Wars, con el reestreno de Episodio I -La amenaza fantasma- (1999), lo que nos espera toda una temporada con el resto de la franquicia. Algo debe estar tramando Lucas para lanzar este paquete, con nuevos retoques a lo ya visto, que ha dejado boquiabierto al fan más ortodoxo. Y es claro que luego del lanzamiento en Blue-Ray de los seis episodios y este acontecimiento mundial, las arcas de Lucasfilms servirán para otros proyectos que se cuecen en la cabeza de su autor, cosa que no sería novedad sabiendo de sus inquietudes por mejorar la calidad visual en el cine de hoy. Sin embargo, creo que es un abuso desmedido esto de la 3D; no niego que atrae mucho y mejora ostensiblemente la película y el propósito que se desea con secuencias de acción; pero creo que cambiar el formato y la esencia de lo que fue desde su estreno en 1977, siguiendo la edición especial en 1997 y la inclusión antojadiza de los tres primeros episodios... es demasiado. Soy un fanático absoluto de Star Wars, crecí con él y colecciono algún que otro merchandising alusivo a las películas, pero llegar a cambiar nuevamente escenas -con el retoque digital de Yoda,- es como si no se sintiera conforme con el producto y se redescubre a sí mismo con libertades creativas que llegan a saturar. Es como si actualmente quisieran cambiar La dolce vitaCasablanca o El Padrino.

Ya se viene Titanic, en 3D, así como La bella y la bestia, entre otros. No me extrañaría que viéramos en un futuro no tan lejano a El Exorcista o Alien, el octavo pasajero o Blade Runner pasar por el quirófano. En ese caso, mejor que cojan un paquete de reestrenos, como Ben-Hur, Los diez mandamientos, Tiburón, E.T., el extraterrestre, Encuentros cercanos del tercer tipo, El aviador, La vuelta al mundo en 80 días, Rebelde sin causa, Sérpico, Bonnie and Clyde o Volver al futuro, y los lancen por todo lo alto como recién salidos del horno. Creo que sería beneficioso para los aficionados al séptimo, cansados de ver tanto remake que pone en evidencia la escasez de ideas que hoy impera en Hollywood.

sábado, 4 de febrero de 2012

Kubrick y el legado del centinela

Hace unas semanas escribí sobre las 20 películas que deberíamos ver antes de morir. Me di cuenta que dentro de la relación no incluí al menos uno de los 13 filmes que Stanley Kubrick realizó a lo largo de su carrera cinematográfica. Qué mejor excusa que hablar de él y su trabajo en este campo de acción.

Stanley Kubrick
(1928 - 1999)
En medio de la noche, tratando de digerir el sándwich de jamón y queso que comí durante la cena, me vino a la mente aquella mítica imagen del pitecantropus que golpea salvajemente con un fémur el cráneo de un animal, en slow motion, bajo los acordes de Also Sprach Zaratustra, de Richard Strauss. Fue ahí que me di cuenta de mi error y quise enmendarlo con un artículo especial, sin tener que esperar hasta el 7 de marzo al conmemorarse su décimo tercer aniversario de fallecido. Quise recordar las escenas más representativas de sus filmes y los actores que participaron en ellos, como Sterling Hayden, Peter Sellers, James Mason, Ryan O'Neal, Sue Lyon, Kirk Douglas, George C. Scott, Keir Dullea, Shelley Winters, Malcolm McDowell, Jack Nicholson, entre otros. ¿Por qué es tan importante Kubrick en la cinematografía mundial? Porque supuso un cambio de estilo, de impresión y de hacer cine, un visionario completo aquejado por un exhaustivo método de concebir ideas y llevarlas a la pantalla. Fue un tipo complejo, ermitaño, obsesivo, apartado del sistema de producción convencional. Sin embargo, fue una persona común y corriente, con una infancia tan normal como sus vecinos del Bronx, en Nueva York. Sin duda, fue un autodidacta, su afición por el ajedrez y la fotografía lo confirman, por la que lo llevó a plasmar sus imágenes fijas en soporte de celuloide y reflejar su mundo, tal como él sentía que debían ser contado.

Day of the Fight
Sus primeras obras fueron meros ensayos de lo que vendría más adelante. Day of the Fight (1951), un documental de 13 minutos sobre el boxeador Walter Cartier, fue su primera realización tras las cámaras. No he visto dicho trabajo, solo en escasas tomas para un documental sobre la vida de Kubrick, al igual que Fear and Desire (1953), sobre un pelotón de soldados en una tierra sin nombre. Luego vendría su trabajo más logrado en esos años, Killer's Kiss (1955), donde emplea el blanco y negro de manera magistral y otorgándole sentido a las emociones y acciones de sus personajes. Gracias a ello el productor James B. Harris se interesó en él y ambos formaron una asociación para siguientes proyectos. The Killing (1956), fue el primero en contar con un presupuesto de 320 000 dólares, cuyo reparto fue encabezado por Sterling Hayden, y narra la historia de un atraco a un hipódromo. El argumento puede sonar sencillo, pero de la mano de Kubrick lo convierte en toda una odisea para los cinco miembros de facinerosos. Cabe destacar que Kubrick apenas tenía 28 años y mucha confianza sobre sus hombros. Durante la filmación, tuvo desacuerdos creativos con el director de fotografía Lucien Ballard, precedido de una fama respetable y algunos premios que lo demostraban. El agua que derramó el vaso fue en una escena en particular: uno de los actores debía caminar de un extremo a otro de una habitación mal iluminada. El travelling debía tener la duración exacta, la ubicación exacta y la lente exacta. Kubrick había pedido una de 25 mm; pero Ballard le puso una de 50 mm y la cámara estaba detrás del escenario. Kubrick pidió que cambiara todo. Pero Ballard, desoyendo las órdenes, argumentó que la toma se vería igual. Ambos se fueron de boca y casi puso en peligro la filmación. Ya tranquilos, Ballard, de mala manera, accedió a la petición de Kubrick. Obviamente, la toma era distinta, fuerte, la profundidad de campo era notoria y las luces jugaron un papel preponderante para dejar mudo a Ballard al ver el resultado final. Sería la última vez que trabajarían juntos.


Paths of Glory


Detrás de todas esas anécdotas, la reputación de Kubrick como hombre seguro y fríamente despiadado a la hora de filmar, le dieron la oportunidad de ser considerado un genio por la crítica y la industria. No faltaron aquellos que se interesaron en ofrecerle un mejor salario y los argumentos que hacían falta poder llevarlos a la realidad. Kirk Douglas fue uno de ellos. Paths of Glory (1957) fue su trabajo más auspicioso que lo llevó a las ligas mayores. Durante la I Guerra Mundial un batallón francés debe defender una trinchera, pero ante la gravedad de la situación abandonan sus puestos. Son llevados a corte marcial y condenados a muerte por desertores y desacato. Aquí gravita el tema de la lealtad con la patria, pero también demuestra la poca rectitud de los generales ante una situación límite, que condenan a sus hombres al sacrificio por una guerra que ni ellos mismos comprenden. ¿Son esos los valores que uno debe defender, superiores que pelean desde un escritorio sin importar las condiciones en que se encuentren sus soldados y tienen que abandonar su posición porque estaban a merced del enemigo? Pero para ellos, es sinónimo de deshonor.


En 1960 Douglas volvería a contar con Kubrick para reemplazar a Anthony Mann en la dirección de Espartaco, cinta que estaba retrasada y que necesitaba de alguien con la suficiente capacidad de organizar todo con la precisión de un reloj. Esta sería la película que le valdría a Dalton Trumbo la oportunidad de aparecer en los créditos como guionista, luego de sufrir por varios años de la infame caza de brujas por el comité anticomunista del senado estadounidense, dirigido por el tristemente célebre senador Joseph McCarthy. También ayudó a cimentar la carrera de Kubrick y tomar control de su trabajo, que en los siguientes años sería el mejor y el más completo.


Lolita -Lolita-(1962). Basada en la novela de Vladimir Nabokov, es la historia de amor entre un hombre maduro y la adolescente del título. El escándalo que desató la novela por su contenido "pornográfico" alcanzó a la película, pero dicha situación -el sexo con una púber- tuvo que ser cambiado para evitar la censura, que incluyó una gran dosis de humor a cargo de Peter Sellers, un personaje escrito especialmente para la película. El enamoramiento que siente James Mason por Sue Lyon es tan puro y sobrecogedor que gravita entre lo patético y lo inocente, y permite entrar en los sentimientos de ambos como testigos de un amor que fue concebido para fracasar.


Lolita, interpretada por Sue Lyon y James Mason


Dr. Strangelove or how I learned to stop worrying and love the bomb -Dr. Insólito o cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba- (1964). Conocida también como Teléfono rojo, volamos a Moscú, es creo la única incursión de Kubrick en la sátira política. Cuenta la historia de un desequilibrado general que ordena bombardear la URSS en plena guerra fría, lo que desencadena una hilarante batalla por evitar la III Guerra Mundial. Peter Sellers interpreta tres personajes: un capitán de la fuerza aérea británica, el presidente de los Estados Unidos y al propio Dr. Strangelove, ya que fue presionado por los estudios al considerarlo artífice del éxito de Lolita. Completan el reparto Sterling Hayden y George C. Scott. Lo destacable de la cinta es el cuidadoso trabajo de reproducción de un avión B-52 y toda su tecnología disponible en aquel entonces, así como la rigurosa documentación de las órdenes oficiales, los códigos y accesos a información clasificada, que la misma Fuerza Aérea negó como asesores. Solo gracias a la meticulosidad de Kubrick y a la observación de fotografías, pudo concebir un escenario sin igual.
    
2001: A Space Odyssey -2001: Odisea en el espacio- (1968). Quizá sea su obra maestra por excelencia. Basada en un relato de Arthur C. Clark, El centinela, Kubrick realiza un trabajo antropológico sin igual, desde los orígenes de la civilización hasta la más alta tecnología, representada por la computadora HAL 9000. Es, sin lugar a dudas, la película que mejor le ha ido en la historia del cine, pues ha servido para muchos estudios, referencias y hasta las más burdas parodias que la ensalzan no solo por su refinada concepción y laboriosa exactitud científica, sino que aborda temas tan diversos como la soledad, el miedo a la muerte, la inmortalidad, el devenir de la automatización y lo que supone trascender en el cosmos. Aquí es evidente mostrar la llegada de una inteligencia superior, en forma de monolito, para inculcar conocimientos en el hombre primitivo y dar paso a lo que llamamos el salto al futuro. La escena que narré al principio, del pitecantropus golpeando el cráneo con un hueso, sintetiza ese despegue de lo primitivo a lo moderno, y que se grafica en otra escena memorable cuando es arrojado el hueso hacia el cielo y se realiza un corte hacia un satélite orbitando en el espacio millones de años en el futuro, lo que se conocería como la "elipsis más larga de la historia del cine".




A Clockwork Orange -La naranja mecánica- (1971). Plagada de una controversia desatada por su "apología a la ultraviolencia", esta cinta -basada en la novela de Anthony Burgess- nos narra la vida de un joven llamado Alex, líder de una pandilla que ama la violencia extrema y a Beethoven. Fue prohibida en Reino Unido por una serie de hechos delictivos y todo el circo que generó su exhibición. Más allá de estos plus, la película es de una manufactura muy estilizada, muy avant garde. La música es uno de los elementos que destaca por cuenta propia y puede decirse que imprime un sentido a la trama. Es de esas películas que uno quiere ver más de una vez y analizar cada escena porque uno siente que algo está escrito en el subtexto y no puede leerse en la primera lectura. Ha ganado una legión de admiradores y se ha convertido en una película de culto, hasta ha habido una banda de rock disfrazada como los personajes de la misma.


A Clockwork Orange, un extravagante viaje al mundo de la ultraviolencia


Barry Lyndon -Barry Lyndon- (1975). Ambientada en la Europa del siglo XVIII, es un claro ejemplo de todo el virtuosismo del realizador por lograr una ambientación de época tan exacta a la original, usando libros de arte y documentos para dar vida a las locaciones y al vestuario, que fue confeccionado con tela empleada en aquel siglo. Aquí hubo otro avance en la tecnología de entonces, pues se empleó la luz natural que emanaban las velas gracias a unos objetivos que anteriormente fueron empleados por la NASA y que Kubrick compró para lograr la atmósfera que buscaba. No es una de las cintas más populares de su autor, pese a los premios que obtuvo en logros técnicos, pero que en la actualidad se ha reconocido como una obra que permitió dar un paso adelante en el cine.


The Shining -El resplandor- (1980). Su incursión en el cine de terror lo hizo de la mano de Stephen King, en la adaptación de esta novela. Poco fiel a la original, la historia se centra en Jack Torrance -interpretado por Nicholson- y las perturbaciones que sufre mientras cuida de un hotel durante el cierre de temporada, poniendo en peligro a su mujer e hijo. Precedida por éxitos como Halloween o Viernes 13, el impacto que provocó en el público fue contundente pero dividió a los críticos. El más cáustico de ellos fue el propio King, quien no estuvo conforme con el planteamiento que se le dio en la película a los caracteres y las motivaciones que implicaban temas más profundos; quizá, fueron obviados porque una película de este tipo lo único que quiere es causar miedo y estupor.


Imagen mítica de Jack Nicholson en The Shining


Full Metal Jacket -Nacido para matar- (1987). Dividida en dos parte marcadamente diferenciadas, narra las vivencias de un pelotón del ejército durante el conflicto bélico en Vietnam. Oliver Stone ya había llevado el tema con su oscarizada Platoon, un año antes, pero Kubrick quiso dar otro aspecto de la guerra y lo hizo desde el punto de vista del recluta, desde su enlistamiento hasta su formación y posterior asimilación de la contienda. La primera parte es tan efectiva que pudo haber sido un filme, pues cuadra con el planteamiento que Kubrick tiene de los personajes y el desencadenamiento de las circunstancias que los vuelven héroes o villanos, o, si se quiere en términos joyceanos, víctimas de su propio destino. Las personas demuestran para qué están hechos y cuánto tienen que sufrir para conseguirlo, algunas veces airosos y otras veces trágicos, como el personaje de Vincent D'onofrio, el recluta Pyle.


Eyes Wide Shut -Ojos bien abiertos- (1999). La última película del maestro Kubrick. Adaptó la novela de Arthur Schnitzler, Traumnovelle, protagonizada por la pareja del momento de aquel entonces Tom Cruise y Nicole Kidman. En la novela, la historia se desarrolla en la Viena del siglo XIX, pero Kubrick quiso darle un toque moderno en la ciudad de Nueva York, como metáfora de toda la corruptela moral que gravita en los personajes, desde fantasías eróticas hasta orgías en las altas esferas de la sociedad "conservadora". Aunque siempre cargada con esa atmósfera barroca que lo caracterizó siempre, muchos dicen que no alcanza los niveles de sus anteriores trabajos. La película en sí es una radiografía de la vida misma, del desmoronamiento interior de una pareja y cómo lidiar con la infidelidad y las tentaciones. Recoge mucho de lo que es la sociedad acomodada y la hipocresía que conlleva ser vista como un ejemplo de virtuosismo y compromiso con los de su mismo nivel. Kubrick cierra con broche de oro una filmografía de casi cincuenta años ganándose un lugar en el Parnaso de los autores estelares.


En el tintero


Kubrick se ha caracterizado por tener largos períodos de inactividad entre una película y otra. Por su misma meticulosidad, se entrega de lleno a un proyecto y busca la completa organización del mismo para tener un producto al 100% realizable. Desde el origen del tema y cómo lo va a llevar adelante, toma el tiempo que sea necesario y trabaja en el más completo silencio, fuera de los reflectores y de las entrevistas que pudieran distraerlo de su función.


Un claro ejemplo fue su amor por Napoleón. Luego de 2001 se entregó de lleno a la preproducción de una obra monumental sobre el emperador francés. Problemas técnicos y de presupuesto, además del estreno de Waterloo (1970), del soviético Sergei Bondarchuk y producida por Dino De Laurentiis, tuvo que desistir de aquella idea que siempre le obsesionó hasta su muerte. Asimismo, quiso llevar a la pantalla Inteligencia artifical (2001), que por considerarlo un trabajo a gran escala y con sofisticados efectos especiales, tuvo que dejarle la posta a Steven Spielberg -luego de ver Jurassic Park (1993)- para que ese sueño se cumpliera, material que lamentablemente no llegó a ver por su prematura muerte en 1999. También tuvo en mente la historia de dos refugiados judíos durante el asedio nazi, pero declinó hacerlo por la similitud que podría encontrarse con La lista de Schindler (1993), del mismo Spielberg.


Kubrick estuvo nominado varias veces a los premios de la Academia como Mejor Director, sin ganar la codiciada estatuilla. El único Oscar que se llevó a casa fue por el diseño de los efectos visuales de 2001: Odisea en el espacio. Quizá, por ser un director recluso en su propio mundo y ajeno a los cotorreos del mercado hollywoodense, lo dejaron de lado, sin desmerecer su obra y su legado a la industria. Sin embargo, y coincidentemente con Orson Welles, los genios no necesitan de un premio para trascender en el tiempo. Sus obras hablan por sí solas y son un claro ejemplo de dedicación, fe, talento, confianza y agallas para imprimir profundos tratados del alma humana, que cuestionan y analizan el acontecer diario y enaltecen el sentido de responsabilidad que tenemos como seres capaces de transformar el mundo y a nosotros mismos.