sábado, 4 de febrero de 2012

Kubrick y el legado del centinela

Hace unas semanas escribí sobre las 20 películas que deberíamos ver antes de morir. Me di cuenta que dentro de la relación no incluí al menos uno de los 13 filmes que Stanley Kubrick realizó a lo largo de su carrera cinematográfica. Qué mejor excusa que hablar de él y su trabajo en este campo de acción.

Stanley Kubrick
(1928 - 1999)
En medio de la noche, tratando de digerir el sándwich de jamón y queso que comí durante la cena, me vino a la mente aquella mítica imagen del pitecantropus que golpea salvajemente con un fémur el cráneo de un animal, en slow motion, bajo los acordes de Also Sprach Zaratustra, de Richard Strauss. Fue ahí que me di cuenta de mi error y quise enmendarlo con un artículo especial, sin tener que esperar hasta el 7 de marzo al conmemorarse su décimo tercer aniversario de fallecido. Quise recordar las escenas más representativas de sus filmes y los actores que participaron en ellos, como Sterling Hayden, Peter Sellers, James Mason, Ryan O'Neal, Sue Lyon, Kirk Douglas, George C. Scott, Keir Dullea, Shelley Winters, Malcolm McDowell, Jack Nicholson, entre otros. ¿Por qué es tan importante Kubrick en la cinematografía mundial? Porque supuso un cambio de estilo, de impresión y de hacer cine, un visionario completo aquejado por un exhaustivo método de concebir ideas y llevarlas a la pantalla. Fue un tipo complejo, ermitaño, obsesivo, apartado del sistema de producción convencional. Sin embargo, fue una persona común y corriente, con una infancia tan normal como sus vecinos del Bronx, en Nueva York. Sin duda, fue un autodidacta, su afición por el ajedrez y la fotografía lo confirman, por la que lo llevó a plasmar sus imágenes fijas en soporte de celuloide y reflejar su mundo, tal como él sentía que debían ser contado.

Day of the Fight
Sus primeras obras fueron meros ensayos de lo que vendría más adelante. Day of the Fight (1951), un documental de 13 minutos sobre el boxeador Walter Cartier, fue su primera realización tras las cámaras. No he visto dicho trabajo, solo en escasas tomas para un documental sobre la vida de Kubrick, al igual que Fear and Desire (1953), sobre un pelotón de soldados en una tierra sin nombre. Luego vendría su trabajo más logrado en esos años, Killer's Kiss (1955), donde emplea el blanco y negro de manera magistral y otorgándole sentido a las emociones y acciones de sus personajes. Gracias a ello el productor James B. Harris se interesó en él y ambos formaron una asociación para siguientes proyectos. The Killing (1956), fue el primero en contar con un presupuesto de 320 000 dólares, cuyo reparto fue encabezado por Sterling Hayden, y narra la historia de un atraco a un hipódromo. El argumento puede sonar sencillo, pero de la mano de Kubrick lo convierte en toda una odisea para los cinco miembros de facinerosos. Cabe destacar que Kubrick apenas tenía 28 años y mucha confianza sobre sus hombros. Durante la filmación, tuvo desacuerdos creativos con el director de fotografía Lucien Ballard, precedido de una fama respetable y algunos premios que lo demostraban. El agua que derramó el vaso fue en una escena en particular: uno de los actores debía caminar de un extremo a otro de una habitación mal iluminada. El travelling debía tener la duración exacta, la ubicación exacta y la lente exacta. Kubrick había pedido una de 25 mm; pero Ballard le puso una de 50 mm y la cámara estaba detrás del escenario. Kubrick pidió que cambiara todo. Pero Ballard, desoyendo las órdenes, argumentó que la toma se vería igual. Ambos se fueron de boca y casi puso en peligro la filmación. Ya tranquilos, Ballard, de mala manera, accedió a la petición de Kubrick. Obviamente, la toma era distinta, fuerte, la profundidad de campo era notoria y las luces jugaron un papel preponderante para dejar mudo a Ballard al ver el resultado final. Sería la última vez que trabajarían juntos.


Paths of Glory


Detrás de todas esas anécdotas, la reputación de Kubrick como hombre seguro y fríamente despiadado a la hora de filmar, le dieron la oportunidad de ser considerado un genio por la crítica y la industria. No faltaron aquellos que se interesaron en ofrecerle un mejor salario y los argumentos que hacían falta poder llevarlos a la realidad. Kirk Douglas fue uno de ellos. Paths of Glory (1957) fue su trabajo más auspicioso que lo llevó a las ligas mayores. Durante la I Guerra Mundial un batallón francés debe defender una trinchera, pero ante la gravedad de la situación abandonan sus puestos. Son llevados a corte marcial y condenados a muerte por desertores y desacato. Aquí gravita el tema de la lealtad con la patria, pero también demuestra la poca rectitud de los generales ante una situación límite, que condenan a sus hombres al sacrificio por una guerra que ni ellos mismos comprenden. ¿Son esos los valores que uno debe defender, superiores que pelean desde un escritorio sin importar las condiciones en que se encuentren sus soldados y tienen que abandonar su posición porque estaban a merced del enemigo? Pero para ellos, es sinónimo de deshonor.


En 1960 Douglas volvería a contar con Kubrick para reemplazar a Anthony Mann en la dirección de Espartaco, cinta que estaba retrasada y que necesitaba de alguien con la suficiente capacidad de organizar todo con la precisión de un reloj. Esta sería la película que le valdría a Dalton Trumbo la oportunidad de aparecer en los créditos como guionista, luego de sufrir por varios años de la infame caza de brujas por el comité anticomunista del senado estadounidense, dirigido por el tristemente célebre senador Joseph McCarthy. También ayudó a cimentar la carrera de Kubrick y tomar control de su trabajo, que en los siguientes años sería el mejor y el más completo.


Lolita -Lolita-(1962). Basada en la novela de Vladimir Nabokov, es la historia de amor entre un hombre maduro y la adolescente del título. El escándalo que desató la novela por su contenido "pornográfico" alcanzó a la película, pero dicha situación -el sexo con una púber- tuvo que ser cambiado para evitar la censura, que incluyó una gran dosis de humor a cargo de Peter Sellers, un personaje escrito especialmente para la película. El enamoramiento que siente James Mason por Sue Lyon es tan puro y sobrecogedor que gravita entre lo patético y lo inocente, y permite entrar en los sentimientos de ambos como testigos de un amor que fue concebido para fracasar.


Lolita, interpretada por Sue Lyon y James Mason


Dr. Strangelove or how I learned to stop worrying and love the bomb -Dr. Insólito o cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba- (1964). Conocida también como Teléfono rojo, volamos a Moscú, es creo la única incursión de Kubrick en la sátira política. Cuenta la historia de un desequilibrado general que ordena bombardear la URSS en plena guerra fría, lo que desencadena una hilarante batalla por evitar la III Guerra Mundial. Peter Sellers interpreta tres personajes: un capitán de la fuerza aérea británica, el presidente de los Estados Unidos y al propio Dr. Strangelove, ya que fue presionado por los estudios al considerarlo artífice del éxito de Lolita. Completan el reparto Sterling Hayden y George C. Scott. Lo destacable de la cinta es el cuidadoso trabajo de reproducción de un avión B-52 y toda su tecnología disponible en aquel entonces, así como la rigurosa documentación de las órdenes oficiales, los códigos y accesos a información clasificada, que la misma Fuerza Aérea negó como asesores. Solo gracias a la meticulosidad de Kubrick y a la observación de fotografías, pudo concebir un escenario sin igual.
    
2001: A Space Odyssey -2001: Odisea en el espacio- (1968). Quizá sea su obra maestra por excelencia. Basada en un relato de Arthur C. Clark, El centinela, Kubrick realiza un trabajo antropológico sin igual, desde los orígenes de la civilización hasta la más alta tecnología, representada por la computadora HAL 9000. Es, sin lugar a dudas, la película que mejor le ha ido en la historia del cine, pues ha servido para muchos estudios, referencias y hasta las más burdas parodias que la ensalzan no solo por su refinada concepción y laboriosa exactitud científica, sino que aborda temas tan diversos como la soledad, el miedo a la muerte, la inmortalidad, el devenir de la automatización y lo que supone trascender en el cosmos. Aquí es evidente mostrar la llegada de una inteligencia superior, en forma de monolito, para inculcar conocimientos en el hombre primitivo y dar paso a lo que llamamos el salto al futuro. La escena que narré al principio, del pitecantropus golpeando el cráneo con un hueso, sintetiza ese despegue de lo primitivo a lo moderno, y que se grafica en otra escena memorable cuando es arrojado el hueso hacia el cielo y se realiza un corte hacia un satélite orbitando en el espacio millones de años en el futuro, lo que se conocería como la "elipsis más larga de la historia del cine".




A Clockwork Orange -La naranja mecánica- (1971). Plagada de una controversia desatada por su "apología a la ultraviolencia", esta cinta -basada en la novela de Anthony Burgess- nos narra la vida de un joven llamado Alex, líder de una pandilla que ama la violencia extrema y a Beethoven. Fue prohibida en Reino Unido por una serie de hechos delictivos y todo el circo que generó su exhibición. Más allá de estos plus, la película es de una manufactura muy estilizada, muy avant garde. La música es uno de los elementos que destaca por cuenta propia y puede decirse que imprime un sentido a la trama. Es de esas películas que uno quiere ver más de una vez y analizar cada escena porque uno siente que algo está escrito en el subtexto y no puede leerse en la primera lectura. Ha ganado una legión de admiradores y se ha convertido en una película de culto, hasta ha habido una banda de rock disfrazada como los personajes de la misma.


A Clockwork Orange, un extravagante viaje al mundo de la ultraviolencia


Barry Lyndon -Barry Lyndon- (1975). Ambientada en la Europa del siglo XVIII, es un claro ejemplo de todo el virtuosismo del realizador por lograr una ambientación de época tan exacta a la original, usando libros de arte y documentos para dar vida a las locaciones y al vestuario, que fue confeccionado con tela empleada en aquel siglo. Aquí hubo otro avance en la tecnología de entonces, pues se empleó la luz natural que emanaban las velas gracias a unos objetivos que anteriormente fueron empleados por la NASA y que Kubrick compró para lograr la atmósfera que buscaba. No es una de las cintas más populares de su autor, pese a los premios que obtuvo en logros técnicos, pero que en la actualidad se ha reconocido como una obra que permitió dar un paso adelante en el cine.


The Shining -El resplandor- (1980). Su incursión en el cine de terror lo hizo de la mano de Stephen King, en la adaptación de esta novela. Poco fiel a la original, la historia se centra en Jack Torrance -interpretado por Nicholson- y las perturbaciones que sufre mientras cuida de un hotel durante el cierre de temporada, poniendo en peligro a su mujer e hijo. Precedida por éxitos como Halloween o Viernes 13, el impacto que provocó en el público fue contundente pero dividió a los críticos. El más cáustico de ellos fue el propio King, quien no estuvo conforme con el planteamiento que se le dio en la película a los caracteres y las motivaciones que implicaban temas más profundos; quizá, fueron obviados porque una película de este tipo lo único que quiere es causar miedo y estupor.


Imagen mítica de Jack Nicholson en The Shining


Full Metal Jacket -Nacido para matar- (1987). Dividida en dos parte marcadamente diferenciadas, narra las vivencias de un pelotón del ejército durante el conflicto bélico en Vietnam. Oliver Stone ya había llevado el tema con su oscarizada Platoon, un año antes, pero Kubrick quiso dar otro aspecto de la guerra y lo hizo desde el punto de vista del recluta, desde su enlistamiento hasta su formación y posterior asimilación de la contienda. La primera parte es tan efectiva que pudo haber sido un filme, pues cuadra con el planteamiento que Kubrick tiene de los personajes y el desencadenamiento de las circunstancias que los vuelven héroes o villanos, o, si se quiere en términos joyceanos, víctimas de su propio destino. Las personas demuestran para qué están hechos y cuánto tienen que sufrir para conseguirlo, algunas veces airosos y otras veces trágicos, como el personaje de Vincent D'onofrio, el recluta Pyle.


Eyes Wide Shut -Ojos bien abiertos- (1999). La última película del maestro Kubrick. Adaptó la novela de Arthur Schnitzler, Traumnovelle, protagonizada por la pareja del momento de aquel entonces Tom Cruise y Nicole Kidman. En la novela, la historia se desarrolla en la Viena del siglo XIX, pero Kubrick quiso darle un toque moderno en la ciudad de Nueva York, como metáfora de toda la corruptela moral que gravita en los personajes, desde fantasías eróticas hasta orgías en las altas esferas de la sociedad "conservadora". Aunque siempre cargada con esa atmósfera barroca que lo caracterizó siempre, muchos dicen que no alcanza los niveles de sus anteriores trabajos. La película en sí es una radiografía de la vida misma, del desmoronamiento interior de una pareja y cómo lidiar con la infidelidad y las tentaciones. Recoge mucho de lo que es la sociedad acomodada y la hipocresía que conlleva ser vista como un ejemplo de virtuosismo y compromiso con los de su mismo nivel. Kubrick cierra con broche de oro una filmografía de casi cincuenta años ganándose un lugar en el Parnaso de los autores estelares.


En el tintero


Kubrick se ha caracterizado por tener largos períodos de inactividad entre una película y otra. Por su misma meticulosidad, se entrega de lleno a un proyecto y busca la completa organización del mismo para tener un producto al 100% realizable. Desde el origen del tema y cómo lo va a llevar adelante, toma el tiempo que sea necesario y trabaja en el más completo silencio, fuera de los reflectores y de las entrevistas que pudieran distraerlo de su función.


Un claro ejemplo fue su amor por Napoleón. Luego de 2001 se entregó de lleno a la preproducción de una obra monumental sobre el emperador francés. Problemas técnicos y de presupuesto, además del estreno de Waterloo (1970), del soviético Sergei Bondarchuk y producida por Dino De Laurentiis, tuvo que desistir de aquella idea que siempre le obsesionó hasta su muerte. Asimismo, quiso llevar a la pantalla Inteligencia artifical (2001), que por considerarlo un trabajo a gran escala y con sofisticados efectos especiales, tuvo que dejarle la posta a Steven Spielberg -luego de ver Jurassic Park (1993)- para que ese sueño se cumpliera, material que lamentablemente no llegó a ver por su prematura muerte en 1999. También tuvo en mente la historia de dos refugiados judíos durante el asedio nazi, pero declinó hacerlo por la similitud que podría encontrarse con La lista de Schindler (1993), del mismo Spielberg.


Kubrick estuvo nominado varias veces a los premios de la Academia como Mejor Director, sin ganar la codiciada estatuilla. El único Oscar que se llevó a casa fue por el diseño de los efectos visuales de 2001: Odisea en el espacio. Quizá, por ser un director recluso en su propio mundo y ajeno a los cotorreos del mercado hollywoodense, lo dejaron de lado, sin desmerecer su obra y su legado a la industria. Sin embargo, y coincidentemente con Orson Welles, los genios no necesitan de un premio para trascender en el tiempo. Sus obras hablan por sí solas y son un claro ejemplo de dedicación, fe, talento, confianza y agallas para imprimir profundos tratados del alma humana, que cuestionan y analizan el acontecer diario y enaltecen el sentido de responsabilidad que tenemos como seres capaces de transformar el mundo y a nosotros mismos.

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