martes, 14 de febrero de 2012

Ya, ¿y si San Valentín no quiso decir eso?

Según cuenta la leyenda, San Valentín era un monje que ayudaba a los jóvenes enamorados a ligar y hacer sus vidas una ensalada de emociones y cambios hormonales que la misma Inquisición abusaría en condenar por considerarlos faltos de moral y trasgredir el orden público. Sin embargo, la tradición dice que se trataron de tres personas completamente distintas con el mismo nombre que, gracias a los responsables de la celebración, quisieron unificar por referirse a una sola idea: "la celebración del amor". El primero de ellos, fue un médico que luego se hizo sacerdote, ordenado decapitar en el 270 d.C. por el emperador Claudio "El Gótico", acusado de casar soldados, ya que estos no podían hacerlo por considerarse incompatible con la carrera de las armas. El otro, un obispo italiano, de la localidad de Terni, cuyos restos se encuentran en la basílica de Interamna y la fiesta patronal se celebra todos los 14 de febrero. Y el último, un mártir de la provincia romana de África, durante la conquista de dicha continente.

No obstante, poco o nada se sabe realmente de su existencia. Los mitos que se tejieron alrededor del tema fueron quizá creados durante la Edad Media en Francia e Inglaterra, cuando esta fecha fue asociada con el amor, a propósito de la historia de San Valentín, ejecutado un 14 de febrero al no querer renunciar al cristianismo y por haber casado a parejas en secreto después de prohibirse el matrimonio por orden del emperador Claudio II. En otra leyenda, dice que fue el patrono de los enamorados porque su fiesta coincide con el momento en que los pájaros empiezan a aparearse.

Hasta aquí podría considerarse una historia muy bonita y muy romántica, escuchando en el ocaso del día La hora del lonchecito antes de que las cosas pasen a mejores momentos corporales dentro del coche. Aunque, debo suponer que toda esta idea del enamoramiento viene desde la creación del universo. Dios se sentía solo y quiso tener algo con qué sentirse identificado. Hizo el mundo y al poco tiempo hizo al hombre. Nada más verlo coquetear con la gacela, las cosas no parecían armoniosas para el pobre animal. Tuvo que sacarle una costilla para darle una compañera. Ya sabemos en qué termina la historia: el triángulo amoroso más tergiversado que hayan podido ocultar los fundamentalistas. Claro, el llamado "fruto prohibido" no era otra cosa que la relación extramarital de Eva con la serpiente, la encarnación de la lujuria que seduce a la descocada mujer para arrastrarla a los deseos más ocultos del alma humana.

Los griegos eran los campeones del amor. Los grandes filósofos se tiraban a sus pupilos porque era una costumbre hacerlo abiertamente, pues, eso purificaba y a la vez estimulaba el pensamiento y el temple del individuo. La bisexualidad era bien vista y nadie parecía importarle ver a un gordo peludo acostarse con jovencitos ávidos de experiencias y sentido de confraternidad como bien lo disfrutaban en aquella época. El amor platónico, por ejemplo, es uno de los sentimientos más subestimados en la actualidad, y de cuyas raíces se desprende ese afecto idealizado o "mal pagado" por el cual a veces uno pierde la cabeza o la vida.

¿Quién no ha sentido la necesidad de gritarle a medio mundo estar enamorado de aquella persona especial, que removió sus entrañas como nadie pudo hacerlo hasta el momento? Las cosas cambian en uno, se vuelve más sensible, siente que la cabeza le da vueltas y su único anhelo es estar en los brazos de su amad@ y hay nada ni nadie que pueda impedirlo, salvo las horas de sueño y de trabajo. El amor mueve montañas, dicen, yo creo que mueve otras cosas más provechosas, y sin embargo hacemos cada estupidez en su nombre, como dibujar sobre la arena o sobre un árbol un corazón con las iniciales entrelazadas por una flecha o mirarse a la cara por horas, estúpidamente, mientras absorben con una cañita el milshake de fresa que se descongela aparatosamente y lo único que tienen que decir es "te quiero" sin hacerle caso al mozo de que ya tienen que cerrar. O los más atrevidos, osados y locos manifestantes del amor, que saltan en paracaídas hasta la oficina de la amada, llevando consigo un ramo de rosas y un peluche, dejando encantandos hasta el jefe, que hace unas horas lo había despedido por llegar tarde nuevamente en una semana. Sin embargo, todo eso solo lo puedes decir o hacer en el 14 de febrero, porque es una fecha especial para ambos. El resto del año, ni siquiera le invitas un caramelo o la sacas a bailar. El 14 de febrero es ideal para celebrar en grande el amor.

Sí, pues, ¿por qué no decirle lo mismo en el momento que uno le parezca apropiado? Cuando uno tiene ganas, iniciativa y voluntad, puedes impresionar a tu pareja con detalles que sus anteriores conquistan jamás tuvieron. Ser atento no quiere decir que gastes una fortuna en baratijas o cualquier nimiedad de esas, solo preséntate y sé tú mismo. El maldito sistema y estilo de vida enajenante nos ha vuelto necesariamente "comerciales",  que sin peluches ni chocolates no somos nada. Al menos, tú te sentirás un cero a la izquierda por tu ineptitud de no corresponder a tu pareja solo con el afecto y el respeto que se merece. Te sientes inferior porque no le regalas algo que la haga olvidar los malos ratos que vivió el 13 de febrero. No, no, no, no. Para el amor no hay fecha ni horario fijo, solo ten la suficiente predisposición para amar y dejar que te amen.

El negocio más rentable después de navidad. ¿Saben cuánto dinero se gasta en San Valentín? Yo tampoco tengo idea. Pero el que menos se llena los bolsillos de los "cariños" que vende sin siquiera estar casado ni enamorado. Irónico. Conozco a un individuo que se gana la vida diseñando tarjetas de felicitación, tiene bonitas frases y sabe el gusto de la gente, pero jamás en su puta vida ha estado enamorado. Ni siquiera ha tenido una aventura ni nada semejante, simplemente es un tipo bien parecido que ha decidido vivir solo y alejado del mundano deseo de ser correspondido. Porque admiradoras tiene, a montones, hacen enormes colas para salir con él; pero no le interesa, ni siquiera el gay para decir que es ese su motivo. Y es que hay personas que han nacido así, sin esa necesidad de entablar lazos afectivos. Su único placer, dice, es sentirse gratificado cuando alguien le compra una tarjeta. ¡Cómo no va a estar gratificado si con eso come, reverendísimo imbécil!

Yo creo que el amor y la amistad no tienen precio. Es un sentimiento innato y uno debe ganarse ese derecho, debe cultivarlo y darle oportunidad a los demás de acercarse y compartir no solo una cerveza o una pizza en casa de fulano o mengano, sino de aprender a convivir en armonía y tranquilidad. Quizá sea una fecha en la que todos debamos reanudar votos y estar seguros si vale la pena el esfuerzo de tener un millón de amigos o saber que con una pequeña ayuda de tus amigos puedes lograr mucho más. El mundo puede tener muchas imperfecciones y puede que se desangre por la desidia de algunos que quieren acaparar más de lo que necesitan para subsistir; pero, siendo honestos, no creo que nadie en este universo se sienta incapaz de querer a alguien por sí mismos, vivir en perfecta armonía y, como diría John Lennon, le daríamos una oportunidad a la paz.


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