jueves, 9 de febrero de 2012

La 3D y la ley de la ganancia

Tenía 12 años cuando vi por primera vez una película en 3D, se llamaba Parásito, uno de esos esperpentos que causaba miedo y fascinación al mismo tiempo. En aquel entonces, 1982, era una novedad ver ese tipo de producciones aquí en nuestro medio. El único cine que la proyectaban era el Colmena, antes de convertirse en un antro de cine para adultos. Las colas eran inmensas y los asientos eran numerados -como era común en los cines de antaño-, así que podrías darte con la sorpresa de que no te tocara un asiento consecutivo. Recuerdo que los lentes eran de cartón blanco, con lunas de plástico verdes. La tecnología de la época precisaba proyectar tres películas al mismo tiempo, y era el método que se practicaba desde entonces cuando fue creado a principios del siglo XX (véase cine 3D) y que lo hacía costoso para el usuario. Hoy, dicha tecnología se ha perfeccionado gracias a un avanzado sistema que permite imprimir en una misma cinta las imágenes superpuestas y reproducidas en un solo proyector, abaratando los costos y haciéndola más comercial. Gracias a los nuevos equipos de proyección que ostentan las multisalas, las películas en 3D son tan comunes para el espectador.

Fue la oportunista visión de James Cameron que la 3D pudo convertirse en lo que es hoy, al darle vida a esa cosa llamada Avatar (2009), un acierto como producto, pero floja como historia. Desde ese entonces se dio inicio a un nuevo universo para los productores y directores que han apostado por llevar a la pantalla un entretenimiento de grandes proporciones épicas, cuyas ganancias han superado las expectativas. Desde Toy Story 3 hasta Thor, pasando por Harry Potter y Transformers, es habitual que las salas con este formato se multipliquen a pasos nunca antes vistos.

Le ha tocado el turno a George Lucas poner en juego toda su parafernalia cósmica para entregarnos su más lucrativa criatura cinematográfica: Star Wars, con el reestreno de Episodio I -La amenaza fantasma- (1999), lo que nos espera toda una temporada con el resto de la franquicia. Algo debe estar tramando Lucas para lanzar este paquete, con nuevos retoques a lo ya visto, que ha dejado boquiabierto al fan más ortodoxo. Y es claro que luego del lanzamiento en Blue-Ray de los seis episodios y este acontecimiento mundial, las arcas de Lucasfilms servirán para otros proyectos que se cuecen en la cabeza de su autor, cosa que no sería novedad sabiendo de sus inquietudes por mejorar la calidad visual en el cine de hoy. Sin embargo, creo que es un abuso desmedido esto de la 3D; no niego que atrae mucho y mejora ostensiblemente la película y el propósito que se desea con secuencias de acción; pero creo que cambiar el formato y la esencia de lo que fue desde su estreno en 1977, siguiendo la edición especial en 1997 y la inclusión antojadiza de los tres primeros episodios... es demasiado. Soy un fanático absoluto de Star Wars, crecí con él y colecciono algún que otro merchandising alusivo a las películas, pero llegar a cambiar nuevamente escenas -con el retoque digital de Yoda,- es como si no se sintiera conforme con el producto y se redescubre a sí mismo con libertades creativas que llegan a saturar. Es como si actualmente quisieran cambiar La dolce vitaCasablanca o El Padrino.

Ya se viene Titanic, en 3D, así como La bella y la bestia, entre otros. No me extrañaría que viéramos en un futuro no tan lejano a El Exorcista o Alien, el octavo pasajero o Blade Runner pasar por el quirófano. En ese caso, mejor que cojan un paquete de reestrenos, como Ben-Hur, Los diez mandamientos, Tiburón, E.T., el extraterrestre, Encuentros cercanos del tercer tipo, El aviador, La vuelta al mundo en 80 días, Rebelde sin causa, Sérpico, Bonnie and Clyde o Volver al futuro, y los lancen por todo lo alto como recién salidos del horno. Creo que sería beneficioso para los aficionados al séptimo, cansados de ver tanto remake que pone en evidencia la escasez de ideas que hoy impera en Hollywood.

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