sábado, 20 de octubre de 2012

Leicester ha muerto

Como todo lo que había sucedido en su vida, la inmediatez llamó a su puerta, una tarde de agosto. Los rumores de su repentina muerte trajo consigo una serie de especulaciones sobre los motivos de su desafortunado deceso. Casi nadie había sabido de él en los últimos meses luego de ser despedido abruptamente de su trabajo, que lo llevó a la depresión y a vivir recluido de la vista de todos. Fueron en vano los esfuerzos de sus allegados por darle un sentido más animoso a los momentos oscuros; es más, tenían intenciones de ayudarlo en lo que estuviera a su alcance y devolverle el brillo de antaño. Sin embargo, eso no bastaba, le habían extirpado una parte esencial que lo mantenía vivo y con la suficiente marcha de ser considerado una persona importante, de élite; el eslabón esencial, el engranaje aceitado que todo lo podía solucionar con sólo mover un dedo. Era la eterna dicotomía del individuo cuando se es obsoleto: "Dejó su trabajo... o su trabajo lo dejó a él".

Leicester Bayón era un genio. Su propulsión matemática iba más allá de la estratosfera, se sentía con el poder suficiente de desarrollar prototipos según los cálculos que otros experimentados científicos no podían resolver enseguida. Su pasión exacerbada por la astrofísica atrajo la atención de muchos otros colegas que clamaban su sabiduría y propugnaban tenerlo entre sus filas, ofreciéndole cifras salariales que jamás imaginó valer. Hizo todo lo posible por agradar a sus superiores, manteniéndose ecuánime y muy bien predispuesto al trabajo en equipo, sólo que su única debilidad era el encierro congnoscitivo del cual era famoso. Días enteros podía estar encerrado en su laboratorio sin conocer la vida exterior, más allá de esas cuatro paredes. Ni siquiera salía a comer. Apenas un paquete de galleta bastaba para encender sus células y seguir quemando carbohidratos de reserva que lo convirtieron en un auténtico esqueleto. Pese a que no era tan guapo, se valía de su encanto personal para agradar al resto; su carisma lo invitaba a formar parte de ciertas reuniones y coquetear amistosamente con féminas dispuestas a seguir el juego. Sin embargo, era su trabajo el que ganaba la partida y rehusaba todo contacto con cualquiera, que poco a poco fueron dejándolo de lado para siguientes ocasiones.

Cuando descubrió la órbita de un cometa desconocido, pasó a la inmortalidad. El LB-01 pasó muy cerca de la Tierra e hizo historia, no por su descubrimiento, sino que fue vaticinado como el elemento desalentador de la permanencia de la existencia humana sobre la Tierra. Leicester creyó que impactaría sobre suelo peruano, cosa que no ocurrió y desde ahí sus predicciones fueron desacreditadas de inmediato. Al poco tiempo, fue despedido y su castillo de naipes se derrumbó sin que pudiera hacer nada por evitarlo. Fue la última vez que lo verían. Serían cuatro meses después que encontrarían su cuerpo colgado de la viga de su dormitorio, completamente desnudo y con un epitafio que él mismo escribió: "¡Que se jodan!".

El funeral fue apoteósico. Ni siquiera en vida concitó tantas personas que querían despedirse de él. El féretro era llevado en hombros y parecía que flotaba sobre el mar, por la cantidad de curiosos y amigos y admiradores que trataban de abrirse paso por las estrechas calles rumbo al cementerio. No cabía ni un alfiler, sin tratar de exagerar. Es que Leicester Bayón era tan querido, tan odiado y tan admirado como su obra misma. Tal vez nunca llegó a realizar su obra maestra, exponer su teoría sobre el origen del circuito integrado o del agua hervida; pero a nadie pareció importarle más que aquel cometa LB-01 que surcó el espacio gracias a su observación casi enfermiza más allá del cosmos. El Instituto Astrofísico le rindió un póstumo homenaje y crearon la Fundación Leincester Bayón para las futuras promesas de la ciencia interplanetaria. Pero, al no contar con los fondos suficientes, tuvieron que prescindir de ello.

Más tarde, compartiendo galletitas y café, los que le conocieron empezaron a gastarse bromas y chistes que el velorio pasó a convertirse en un café teatro, donde los más ocurrentes y disparatados conceptos que se tenían de Leicester, obraron por su frescura y espontaneidad. Eso hubiera querido, no que le lloren ni que se lamenten de su partida; al fin y al cabo, como dijo alguna vez: "somos partículas de átomos que se desintegran para fusionarse en otras partículas y evolucionar en algo nuevo", estaría más a tono con su legado.

Como suele ocurrir en este tipo de acontecimientos, pasado unos días, pocos son los que recuerdan a Leicester Bayón. Sus teorías fueron archivadas, aunque, dejó muy en claro una cosa: el LB-01 tenía un recorrido elíptico de 34 años, y, según sus cálculos, la elipse se trasladaría de su órbita habitual unos 3 km por año. En consecuencia, para cuando llegue nuevamente por estos lares, el impacto sería inminente. ¡Ay de aquellos que se rieron de sus vaticinios! Se les quemarán los ojos y arderán bajo una bola de fuego arrasador. Él lo sabía. Sus palabras fueron premonitoras: "¡Que se jodan!".

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