viernes, 22 de junio de 2012

Silencio

Es mortal enfrentarse a una realidad que poco a poco te convierte en un accesorio, en una herramienta para los demás, sin siquiera tener consideraciones ni respeto hacia tu persona. No creo ser la válvula de escape de nadie ni un "psicólogo" que escucha los lamentos y preocupaciones de la humanidad, cuando en realidad soy yo quien pierde en estos menesteres. Ya nadie escucha lo que tengo que decir. Les pareceré aburrido o simplemente mis cuestiones no tienen el mayor interés de ser escuchados. ¿Por qué? Siempre me he considerado una persona abierta y franca al momento de intercambiar opiniones y mi sentido del humor ha sido un catalizador en momentos en que se necesitaba apaciguar las tensiones y las obsesiones de unos y de otros. Ahora, en cambio, el único interés en mí es ser el receptor, olvidando el feed back que la comunicación necesita para enriquecer las ideas y aplacar la molicie. ¿Estoy siendo demasiado severo? No, no lo creo. Las personas que buscan de mí al amigo que todo lo escucha y comprende, no saben que ese amigo también necesita ser escuchado. No soy una máquina ni un expendedor de papel higiénico cuando las emociones nos traicionan y desahogamos nuestras frustraciones en un mar de llanto imposible de reprimir... porque el amigo está ahí para consolarte. Y cuando se sienten agradecido, hasta una nueva oportunidad. Ni siquiera contestan al teléfono o reenvían el correo que gentilmente les hace llegar preguntándose qué ha sido de su vida.

Estos días me he sentido así. Mis amigos me han abandonado. Debe ser porque estoy desempleado varios meses y me resulta chocante tener que postular a un puesto y correr de calle con un CV bajo el brazo. Las reuniones escasean cuando tu cuenta de ahorros se desinfla a pasos agigantados y las benditas respuestas no llegan y vuelves a la calle a seguir intentando. Quizá por eso tengo el tiempo necesario para escribir y poner en orden mis prioridades. No encuentro soluciones ni me permiten encontrarlas. Y cuando quiero enfocar mis pesares con aquella misma gente que me busca para escuchar las suyas, su única respuesta es "estoy ocupado". Es por eso que he decidido vivir en absoluto silencio, vivir marginado y aislado del mundo sin el menor contacto foráneo que no sea mi computadora y unas cuantas ideas para el siguiente blog que tengo pensado realizar. Mi único consuelo es tener la suficiente convicción de dedicarme a mi pasión: escribir y pensar que hay alguien por ahí que lee lo que escribo, sin concesiones, sin pedir nada a cambio, simple y llanamente comunicar mis esperanzas y destemplanzas con humor y un poco de compasión por este mundo tan deshumanizado en que se ha convertido nuestro planeta.

Recuerdo que uno de los grandes mitos del hombre es hacerse de un nombre a costa de sacrificios. Vallejo, Van Gogh, Joyce, Kafka, fueron algunos que nunca gozaron de una reputación durante su vida adulta. Algunos alcanzaron la inmortalidad después de haber abandonado esta vida terrenal, mientras otros recién a una edad tardía fueron premiados con los laureles del éxito. ¿Qué me queda? Esperar a cumplir los sesenta años y que alguien se interese por mis escritos. Pero ya le he dicho a un amigo que el día que muera, haré que borre el disco dura de mi computadora y elimine todos esos archivos que he cosechado a lo largo de mi vida. No creo que haya mejor idea que esa, ya que nadie parece responder a mis reclamos ni a mi talento. Una vez alguien dijo que me había adelantado a mi tiempo y que la gente no estaba preparada para mí. Tal vez tengan razón. Es el momento de poner en práctica eso de Autor Recluso. Como Salinger.

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