lunes, 12 de marzo de 2012

Como en los tiempos del Reichstag

Es curioso cómo la historia nos enseña a comprender el significado de la palabra "basura", envuelta siempre en ese halo de misterio e intimidación que nos hace perder la perspectiva de los acontecimientos fundamentales de una nación que quiere prosperar y resurgir sin desechos nocivos. Ser perfecto es imposible, pero las intenciones y los buenos deseos van de la mano con ese afán de vislumbrar un camino solidario y presto a cumplir las principales actividades de la agenda gubernamental. Como en todo gobierno, plagado de diásporas y parásitos infecundos, algunos ácaros se han mantenido empotrados en sus cargos obedeciendo directivas bajo las sombras y sembrando escozor entre aquellos que verdaderamente quieren servir a su país. No es de extrañar que toda esa mafia reciclada se esté beneficiando de dichas tretas fascistas y dictatoriales, que solo puede engendrar más zozobra y desconfianza entre la población, para mañana más tarde aparecer como los abanderados de la verdad y ser solo los únicos que podrán salvar al Perú de su crisis.

Sinceramente, todo tiene un sentido. Nada es por accidente. Estamos volviendo a los regímenes de antaño, que con la represión e intimidación, podían manipular a su antojo a las masas, empleando medios de comunicación como ente propagandístico a sus intereses, los mismos que luchan por la libertad de expresión y la democracia. ¿Solo cuando los atacan a ellos? ¿Y las libertades de la mayoría cuando son pisoteadas, de aquellos que ven la pus antes de que la llaga se pudra? Claro, esos no, son individuos antisistema y peligrosos a los que se les debe tachar y calumniar y dejar como el villano ante los defensores de la verdad y la justicia.

Alan García y José Antonio Chang tienen mucho que decir respecto a las acusaciones que se les imputan durante su pasada gestión, como presidente y ministro de Educación, respectivamente, sobre las irregularidades de reconstrucción de los colegios emblemáticos. La Megacomisión estaba lista para empezar con las indagaciones de rigor cuando, oh, qué casualidad, el almacén del MED empezó a arder, destruyendo por completo el resto de evidencias que podrían dar más detalles sobre el tema. Mientras tanto, la titular del despacho, Patricia Salas, aseguró que las pruebas están en buen recaudo. Todo parece indicar que hay alguien detrás de este incidente tanto para desprestigiar al gobierno y sus funcionarios como para cubrirse las espaldas sobre ciertos indicios de malversación de fondos a la hora de darle "nueva cara" a las viejas instituciones educativas, que hoy parecen estarse cayendo a pedazos por la mala praxis de los involucrados.


Las pesquisas indican que el fuego se produjo intencionalmente, asimismo, la empresa de seguridad que cuidaba el recinto también está involucrada en el asunto y hay mucho pan por rebañar en este nuevo capítulo de Los Aprano, porque no hay duda de que ellos estén metidos hasta el cuello en este incidente y tratan de dilatar las investigaciones correspondientes. Tan burdo y tan absurdo, tan obvio que no pueden siquiera pensar en una estrategia mejor para defenderse de la mala imagen que ellos mismos han creado. Ahora la prensa se dedica a despotricar a la ministra Salas, de su inacción acerca de los libros que no fueron entregados a tiempo y que ahora yacen bajo escombros. Como puede verse, todos juegan un rol importante en este tinglado de intrigas. Los libros que se quemaron era libros viejos, rezagos de la anterior gestión. Pero hacen creer que eran los textos que debieron enviarse a provincias y que, a causa de las lluvias, se retrasó el embarque. Bueno, es esa prensa que funciona cuando se le extiende un fajo de billetes, los mismos que se sienten ofendidos de tener a un presidente cobrizo y no a un aristócrata de derecha, que tanto añoran volver a ver en Palacio.


Las imágenes se tornan en blanco y negro, viendo el parlamento alemán -Reichstag- sufrir los estragos del fuego, en 1933, cuando las hordas nazis empezaban a adueñarse del país y las mentes de los débiles de espíritu que buscaban un líder que los levantase de las cenizas. Es lo que está pasando ahora. La derecha quiere un líder, un führer, un Alan García que les llene los bolsillos con transacciones libres de impuestos, que destruyan la poca soberanía que nos queda y venderla a las multinacionales, que defiendan a las empresas foráneas en lugar de las nacionales -¿recuerdan Aerocontinente?-. Las Valenzuelas, los Althaus, las Palacios, esperan con morbo alguna "metida de pata" de Ollanta o de sus funcionarios para decapitarlos y minimizar las acciones que están tomando por el pueblo. Falta mucho, lo sé, está próximo a su segundo año, y las cosas parecen estar cambiando poco a poco. En lugar de poner piedras en el camino, habría que colocar esas mismas piedras como base para una vía de reconciliación, dejar de "cholear" a la gente y respetarnos como nación, como un conjunto de personas que trabajan para un mismo fin: sacar al Perú adelante. 

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