jueves, 7 de febrero de 2013

La certeza del camaleón

La puerta se abrió y todos quedamos paralizados. Su aspecto taciturno nos hipnotizó y no pudimos guardar los comentarios para después de la cena. Siempre he creído que personas así no podían existir en este mundo, mucho menos contemplar cómo las cosas simples se volvían contestatarias y disidentes de lo "políticamente correcto" con sólo chasquear los dedos. Alguna vez me entusiasmó la idea de convertirme en un hombre de acción, que no tuviera miedo de expresar sus ideas con la ecuanimidad de un libre pensador. El sueño que todo padre desearía de su hijo, pero que en realidad se convierte en una auténtica pesadilla. Aquel hombre que entró y se acercó a la barra a pedir un trago, era todo aquello que ansiaba ser. Alto, corpulento, quijada sólida y rostro perturbador, una sola mirada diría que la vida que elegiste no fue la más afortunada. Sus manos firmes y porte distinguido, era la antítesis de cada uno de los que nos encontrábamos en el amplio salón del bar. Y quise acercarme.

La timidez es uno de mis defectos. Me cuesta mucho interrelacionar con otras personas, quizá porque los considero superiores o porque no tengo nada interesante que decir. Es vergonzoso soportar el desaire de los demás cuando tratas de explicar un acontecimiento inusitado, que podría ser la noticia más impactante del momento. Es como si le hablara a las botellas vacías sobre la mesa, porque no basta que uno interrumpa para que la atención recaiga hacia otro lado.

La personalidad de cada individuo es interesante. Puede uno entrar en su psicología con tan sólo escucharlos hablar. Destilan una magia que anima a seguirles prestando atención. Sin embargo, si uno piensa bien en cada una de sus palabras, son simplemente juegos de ideas y retórica hábilmente ejercitada, que en buen castellano se le conoce como charlatanería. Y sí que hay individuos con esa tendencia casi chauvinista de sí mismos. Las mujeres, en cambio, con el afán de estar en competencia, tienden a exagerar las cosas o utilizan un código que entre ellas se entienden. No ha habido una reunión donde por desgracia sea yo el único hombre alrededor de una mesa que soporte el cotorreo de tan distinguidas damas. Aunque no siempre ha sido así. Las mujeres se sienten muy reconfortadas cuando las escuchas. ¿Por qué ser tan egocéntrico? Cuando un hombre expresa su Yo es tan aborrecible como aquel que no dice absolutamente nada.

El recién llegado me observaba desde su esquina. Le parecería desagradable verme rodeado de estridentes charlatanes que escupían las palabras como si fueran dueños de la verdad absoluta, que me hizo un gesto a que vaya con él. Habrá leído mi mente, porque he querido conocerlo desde el comienzo. Y como queriendo ir a buscar un trago menos amargo, me acerqué y tomé asiento en el banco de al lado. Me invitó una copa y no pude evitar sentirme intimidado por su arrolladora personalidad. Expresó su opinión libre y concisa: no era de buen gusto que mis colegas tratasen de opacarme e ignorar por completo mis observaciones acerca de la civilización. ¿Qué derecho tenían? A simple vista, demostraban una absoluta ignorancia por cosas más profundas y arriesgadas. Sin ser demasiado esnob, era más interesante que todos ellos juntos. Me alegró la noche. Me sentí valorado y revindicado.

El tipo era un abanico de ideas y conjeturas acerca de la realidad y sus posibles misterios a resolver, que pude haberme pasado toda la noche en vela con sólo escucharlo. Había vivido lo suficiente, aquí, allá y en cualquier lugar, acompañado de su cámara fotográfica y libreta de apuntes, que tal vez era el camino que andaba buscando con desesperación. Sus aventuras me sumergieron a una ingravidez tal que casi fui presa de un fulminante choque de neuronas. Hubieran visto la cara de mi interlocutor, estaba preocupado por mi semblante, que creyó que el trago había colapsado mi sistema fisiológico. No, estaba bien, en verdad que lo estaba.

Desde esa noche, me convertí en su discípulo. Pero él quería plasmar sus vivencias por escrito, porque sus cualidades no iban por ese lado. Necesitaba un intérprete y encontró a la persona que podría ayudarlo en ese aspecto. No he tenido tanta suerte de conocer a tipos interesantes y sin ningún temor de desnudar su conciencia por explicar quién es o qué hace en este mundo. Y, bueno, estaba seguro de algo, que este hombre daría mucho de qué hablar de ahora en adelante.

Continuará...

Foto original: David Cox - The Guardian

No hay comentarios: