viernes, 6 de enero de 2012

Lo que ELLOS piensan de ELLAS

"Jodidas", es lo primero que se me viene a la cabeza. Se toman muchas cosas a pecho y hacen de una simple conversación en un enfrentamiento entre potencias mundiales. Quieren tener la razón en todo, así sepan que están equivocadas; son testarudas y quieren arreglar el problema con lágrimas. Se hacen las víctimas de los más intransigentes pitecantropus, que no se dan cuenta que son ellas las que provocan el hastío del macho. Las más sensatas, simplemente dan un portazo y se van de shopping a criticar a otras mujeres que compran ropa que a ellas les gustaría tener. Para ellas, nada les queda bien, se vanaglorian a sí mismas de tener un cuerpo perfecto que calza con el vestido o con el pantalón o con la blusa o con el conjunto de casimir inglés. Y si tienen problemas de sobrepeso, ni se angustian por probarse un jean. La guata les cuelga y las caderas parecen reventar las costuras, pero para ellas les queda divino.

No se puede hablar de una ex. Creen que se les está comparando. Al contrario, están demostrando que hicieron mal en conocerlas y que ahora son felices al lado de la que creen será la mujer de su vida y la madre de sus hijos. Tampoco se puede tener amistad con una de ellas. Es imperdonable, porque ya están pensando que aún siente algo por la otra o que si se acuestan a escondidas o, en caso que tuvieran un hijo, deben compartir la custodia y eso posibilita tener que verse las caras cada semana. Mucho menos puedes mencionar a tus ex suegros, porque rápidamente sacan a relucir la indirecta. ¿Qué culpa tiene uno que no se lleve bien con el actual? 

Hablan demasiado en el cine. Uno no puede ver tranquilamente una película porque ni siquiera les interesa verla, o están con el smartphone chateando en el Facebook o te cuentan lo que pasó en la oficina o lo que hizo la tarada de la Natacha cuando dejó que se secaran los fideos o lo muy infeliz que se siente cuando falla la laptop recién comprada. No pueden ni por un instante estar tranquilas en el asiento, a cada rato quieren ir al baño. Y si son dos amigas que se acompañan en el cine, es como si abrieran una boutique en la sala, porque hablan del último juego de pareos que llegó del Brasil para el verano. Luego, cuando pierden la ilación de la película, están preguntado ¿Qué fue lo que pasó?

No tienen reparo en el costo de algún artículo que desean comprar. Claro, si uno es quien paga, ellas escogen el más caro; pero al hacerlo ellas, es aquel que está garantizado en romperse al día siguiente; y "2 x 1", inclusive. Quiere que todo sea reluciente, pulcro, rodeado de flores y aromatizado hasta el último rincón de la sala. No hay nada peor para ellas que llegar y no sacarse los zapatos al pisar la alfombra. "No soy japonés", dice el ventrílocuo con peluca, "para pisar la alfombra que yo mismo compré y pagué". Aún así, tiene que hacerlo para evitar los chantajes emocionales que somos víctimas cada vez que hay problemas de este tipo. Y si de pedos se trata, es imperdonable que uno lo haga en sus propias narices; pero es divertido e hilarante cuando a ellas se les escapa uno en medio del almuerzo.

No son buenas en la cama. No se los dicen para evitar herir susceptibilidades. Si supieran que ellas dicen lo mismo de su desempeño amatorio, evitarían esa clase de comentarios. No hay peor juez que la suegra, que por experiencia creen que el acto de follar debe corregirse con una buena predisposición de la mujer en recibir al barril de cerveza que tiene como marido. Creen también que pueden acusar al hombre de pervertido cuando pide sexo oral y anal a su mujer, como si no fuera suficiente para su hija tener que soportar el maní que lleva en la entrepierna. "Te dije que te casaras con Matías; al menos, la tenía grande".

Son expertas componiendo cosas, que por lástima tenemos que apoyarlas y soplarnos cuatro horas verlas tratando de enchufar el DVD a la tele. Y si van a cocinar en el microondas, preferible no estar ahí cuando se den cuenta que primero tienen que quitarle la envoltura a la carne antes de meterla al horno: nos culpan de que no fuimos lo suficientemente caballerosos al decirles de aquel pequeño detalle que ocasionó el incendio.

Hay que alabarlas en todo lo que hacen. Hay que premiarlas en cualquier momento porque debemos ser atentos y románticos con ellas, así no hayan cocinado ese día. Debemos reír cada vez que dice algo gracioso o aparentemente ingenioso. Debemos tratar a la suegra como una verdadera joya del conocimiento. Si fuera una joya la tiraría al mar, como en "Titanic".

No podemos ni ver televisión ni escuchar la música que nos gusta. A esa hora está haciendo yoga mientras ve la última receta de la Plevisani en "Dulces Secretos", y no se le puede interrumpir de su viaje astral. Prefiero que se vaya de viaje antes de cancelar la suscripción del cable. Se le acaba el mundo si lo hiciera.

Su receta favorita es ensalada de lechuga y brócoli, para contrarrestar la subida de la pancita. Tiene que estar regia para el verano. Bueno fuera que ella comiera sola, pero hay que ser solidarios y acompañarla en su dieta. Y si nos ve hurgando la refrigeradora, nos maldicen y nos culpan de su gordura.

Son celosas en extremo y sin ninguna justificación. No podemos ni siquiera preguntar a la anfitriona del supermercado -de exuberante escote, además- dónde están los "melones", porque ya piensan que estamos coqueteando; o estamos degustando un nuevo paté de hígado de cordero: "¡Pero si a ti no te gusta el paté!"; o probamos un buen vino tinto: "¡Pero si tú no bebes!"

Estas y muchas otras cosas que quedan en el tintero, hacen de nuestra infelicidad síntoma de querer volver a ser solteros una vez más. Pero no se engañen, en ambos bandos la cosa es similar. Quien crea que estoy exagerando, pregunte a su pareja qué piensa el uno del otro, y encontrará más de una sorpresa.

1 comentario:

ADB dijo...

nooooooo, ¿por qué dices eso????
no puedo creer lo que leen mis ojitos dormilones. este muchacho es un chico migraña ;D

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