miércoles, 25 de enero de 2012

Así es como nacen

Giuliana Llamoja se fugó del país, no cabe la menor duda. Hay que entender que la estupidez más grande de las autoridades es darle libertad condicional a quien no se merece. El hecho de que se haya arrepentido y luego pasar el tiempo necesario en la cárcel para recibir dicho beneficio, no quiere decir que se lo den. Sin olvidar los movimientos por debajo de la mesa de su querido padre, el juez Luis Llamoja, quien le ha dado la oportunidad de estar libre y reírse de la justicia. Al violar su libertad condicional, saliendo del país -falsificando la firma de su abogada-, ha puesto de manifiesto que algo anda mal en su cerebro. Y con ayuda también de su pareja, ha decidido vivir en la clandestinidad en Arequipa. Sin ánimos de herir susceptibilidades, ojalá que haya ido al Cañón del Colca. Sin embargo, luego de más de una semana desaparecida, la única conclusión de todo esto es que ya no la veremos por mucho tiempo, ya habrá cambiado de identidad, ya habrá fraguado otros documentos y ha sobornado a más de uno para huir de sus captores. No olvidemos que su pretendiente es dueño de una imprenta, y es capaz de imprimir todo tipo de documento para ayudar a su prometida. ¿Qué dirá su padre de todo esto? ¿Ya se olvidó de todas esas acusaciones que lo vinculaban sentimentalmente con ella, de una manera flagrante y obscena?, hecho que desencadenó el crimen. ¿Por qué la mató? Es obvio que la madre no estaba de acuerdo con el trato que tenían ambos, y la joven, en un arrebato de cólera, tal cual Electra, tuvo que callar.

Ni qué decir de la popularmente desdichada Rosario. Con esa frialdad digna de femme fatale de cine negro, ahora ha demandado a todos los que la han calumniado. Vamos, dedícate al modelaje y verás que tu vida cambiará para siempre. Agradécele a Ciro que te haya dado quince minutos de fama. Aprovéchala.

Los hijos son una extensión del propio ser. Algunos tienen la suerte de nacer en un hogar privilegiado; otros, en cambio, han de sufrir atrocidades morales y económicas. A veces los padres quieren dictaminar su vida, qué hacer, cómo hacer, por qué hacer, dándole la oportunidad de ser unos inútiles o unos estúpidos. También son proclives a estimular su talento para el crimen, como Caín, los Melendez brothers, mi primo el troglodita y todo un ramillete de desequilibrados que optan por eliminar a sus progenitores porque les hacen la vida imposible, sin sospechar que son los primeros inculpados que la policía señalaría como los principales asesinos.

No hay padre perfecto, eso se entiende. Hace lo posible por brindarle a sus hijos lo mejor de sí. Pero cuando no hay estima, cuando se deja de lado la parte emotiva y solo les interesa lo funcional que puede hacer para sacar el primer lugar de su promoción del kinder o menospreciar su verdadero valor como ser humano, es ahí donde surgen los problemas y los rencores. Tal vez, dentro de su pensamiento estructural de la vida, cree que está haciendo bien, sin darse cuenta que ese bien no se practica para todos. Algunos hijos necesitan más atención que otros, porque son algo lentos para entender, a diferencia del superdotado -como siempre se puede encontrar en una familia numerosa- que solo necesita una palabra para captar a la perfección lo que se le está mandando. Esos, por lo general, son los que mañana más tarde se convertirán en líderes mundiales o mentes brillantes que cambiarán el mundo. Los otros, los hijos con CI promedio, están aptos para se cajeros o incomprendidos que luego hacen bombas y crean partidos políticos con inspiración senderista.

No podemos culpar a nuestros padres por las decisiones que tomaron para mejorar nuestras vidas. Ellos también las habrán pasado mal en su momento. Tampoco vamos a echarle la culpa de nuestras desgracias, también somos responsables que no podamos aspirar a una vida mejor y seguir viviendo en su casa, recibiendo una mesada y esperar que el trabajo toque a la puerta. Pero de no ser por la poca estimulación que recibimos, vamos alimentando una forma de ser que ya sería imposible revertir a estas alturas.

¿Qué hay dentro de la mente humana? ¿Qué nos motiva a ser como somos? ¿Por qué matamos? ¿Por qué odiamos a nuestros padres? Porque son unas mierdas, dirán algunos. No. Eso simplemente es revertir nuestro sufrimiento hacia los demás. No hay que odiar, hay que perdonar y dejar que la vida siga su camino. Es de nosotros cambiar esa imagen y darle a nuestros hijos la mejor lección que podamos dar, porque al fin y al cabo somos humanos.  

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